La noche que se ahoga en una orquídea

Disfruté del beso pasional que nos dimos, la sangre fluyó de ambos labios y también disfruté de ésta. A decir verdad era la primera vez que mordía a alguien hasta hacerle sangrar y jamás había bebido de unos labios carnosos como los de ella. Gruñí cuando me empujo y carcajeé al escuchar lo que decía, la emoción no se demostró en mi rostro a causa de mis músculos atrofiados. -¿Qué ahora te da miedo conocer al Peter Pan Escarlata?- pregunté con socarronería y me quedé a menos de un metro de cercanía con la vampiresa. Simplemente no la entendía, ¿Qué buscaba entonces de mí?
Negué ligeramente y le dí la espalda, me agaché para recoger al Pan en dos partes y lo guardé en uno de mis bolsillos, saqué mi reloj y observé la hora, era tarde pero aún así no quería irme a la cama, no sin obtener algo que deseaba ahora: venganza...

Le sentí a mi espalda, mientras guardaba con cariño el pequeño juguete. No quise responder a lo que decía, realmente no tenía ganas de pelear y menos con ella. -El tiempo es lo que hace que puedas apreciar que algo está o no vivo...- contesté mientras me giraba y le observaba, cerrando la tapilla de mi reloj y guardandole en mi bolsillo. -Es la naturaleza humana desperdiciar su tiempo y desbordar vida como el agua escurre en una cuenca hidráulica...- intenté sonreir y me quedé viendole fijamente, después bajé un poco la mirada apreciando su cuello blanquesino y finalmente su escote, tenía preciosos senos.

Mi mirada regresó sobre sus ojos cetrinos y me quedé unos segundos en silencio. -No, aún no pienso irme...- contesté y me senté sobre una mesa vacía, agitando las botas de montaña en el aire, cual niño después de haber hecho su berrinche.

-No podemos decidir todo lo que se quede o se va, no fisicamente. Pero si queremos que algo se quede con nosotros sólo nos basta tenerlo acá y acá...- comenté señalandome el corazón y la mente. ¿Por qué observa tanto mi reloj? ¿Ahora falta que desee romperlo también? Gruñí y cuando observé que se me acercaba escondí el reloj en uno de mis bolsillos. -Sólo podemos valorar lo que ya no tenemos porque de otra forma al tenerlo no lo extrañamos...- me dediqué a contestar lo que ella había dicho antes.
El jugueteo de mis piernas en el aire se detiene con su contacto, así como mi corazón se paraliza al tenerle tan de cerca. Entrecierro los ojos al sentir sus caricias que ascienden por mis múslos y se detienen sobre mi cadera. -Se lo quité a Garfio...- contesté burlonamente y le alejé poniendome en pie y caminando hacía unas orquídeas, corté una y me perdí en su aroma fresca. Cerré los ojos y me perdí en el espacio y el tiempo, olvidandome si quiera de la vampiresa que tenía por compañera.

Sus palabras como fríos latigazos me trajeron de vuelta. ¿Quién era ella para juzarme? No era nadie...-Tienes razón no le hago honor ni al buen Peter porque no soy tan niño como él y bueno...no puedo hacerle honor a James Hook...porque él se quedará demasiado corto...- sonreí con todo y el dolor que me producía gesticular, me giré y la tomé del cuello. No me fue tan fácil porque ella era una enorme mujer pero yo no estaba tan débil como antes. La pieza del pequeño Pan cayó toscamente contra el piso y ahí supe que yo ya no era un niño. La azoté contra la mesa llena de maceteras y la obligué a que me rodeara con las piernas, mis labios buscaron con desesperación los suyos y la besé de una manera hosca queriendole producir asco. Una de mis manos se quedó tomandole de los glúteos y la otra sobre su cuello. Le hice sentir que algo nuevo nacía en mi y que si quería desatar al diablo, lo haría. -Si tienes algo de que preocuparte...las sombras del pasado que se encarnan en el presente, que te torturan día a día y las voces celestes...- mordí sus labios hasta hacerlo sangrar y bebí trangandome al demonio de ella, ahora sería más fuerte. Ella me ayudaría a ser fuerte...

Sus palabras eran frías bofetadas hacía mi alma, gruñí y entonces me perdí...simplemente me perdí. Cuando sus piernas me ciñeron la abracé con fuerza y sentí mi intimidad cerca de la suya, me estremecí. Precisamente, la sombra me había abrazado, algo desde el fondo de mi alma salía a flote. Le besé de manera agresiva pero ésta vez no era una agresividad para lastimarle, era una agresividad hambrienta de carne, de sueños y de pesadillas. Sonreí forzando a mis músculos, el dolor era intenso pero no gemí ni gruñí. Una sonrisa distorcionada y maquiavelica se dibujó en mi rostro y con gusto mi lengua bajó lentamente por su hombro, lamiendo el hilo de sangre a su paso.

La sangre de demonios es perfecta. Detona hasta el alma más casta. Mordí su cuello con fuerza y le hice sentir mi hombría deseosa de algo que ella tenía. Mis manos frías y cicatrizadas recorrieron sus piernas de una manera nada penosa. -Gabrielle...- susurré sobre su cuello, mientras mis labios disfrutaban de su piel mármorea.