Fuego y muerte en el país del Nunca Jamás (Samuels)

La biblioteca. El único placer mundano que aún conseguía que Will olvidara todo lo demás. Los libros seguían siendo su escape. No había manera de que eso cambiara, era lo mismo aquí que en Alemania. Abrió reverentemente un viejo libro a punto de desencuadernarse y lo llevó a su nariz para disfrutar de ese aroma tan único que tiene un libro de hojas amarillentas por el paso del tiempo. La tinta comenzaba a borrarse, pero no importaba en lo absoluto porque aún podía leerse. Will cerró los ojos. Nuevamente el amor por lo antiguo la hacía desear estar en otra época, escapar del presente... viajar a otro lado cualquiera que no fuera el Heaven. Especialmente ese día, era uno en los que Will más deseaba escapar ty olvidarse de todo... incluso de las voces. Quería comenzar desde cero.

¿Cuándo había cambiado tanto? No lo sabía... pero eso de amar a un muerto estaba terminando con ella, la estaba, irónicamente, matando a ella también.. Anhelaba regresar a ser la de antes, la Will que solo se preocupaba por leer y cuya única ambición era conseguir más libros. Cerró el libro y examinó la portada que antes había pasado por alto. Una sonrisa se formó en sus labios al reparar por primera vez en el título del libro: Peter Pan. Si, había leído mil veces ese libro cuando era niña, e incluso de adolescente. Esta edición estaba en inglés, y su lectura de ese idioma no era precisamente buena, pero Will se lo sabía prácticamente de memoria. Pasó sus dedos con cariño por encima del libro para quitarle el polvo antes de comenzar a leerlo.

No había tenido oportunidad de comenzar a leerlo aún. Como siempre, Will se había ensimismado admirando la portada. Realmente era un ejemplar hermoso con grabados bastante descriptivos. Una obra de arte en sí. Además había un algo en ese libro... era más que un libro. ERa un libro con historia, o mejor dicho, con recuerdos. Will creía firmemente en que los objetos podían recordar a sus dueños, siendo algo parecido a mudos testigos. La idea siempre le había fascinado, y no iba a ser ahora cuando su opinión al respecto cambiara.

Una sombra se proyectó sobre la primera página bloquendo por completo la luz. Los ojos de Will se alzaron con expectación no exenta de infantil curiosidad hasta posarse sobre el chico alto que yacía en toda su estatura frente a ella. Llevaba un rompevientos, y el gorro de este le impedía ver su rostro. Will parpadeó sin entender del todo que era lo que quería el recién llegado. Tampoco era muy habitual que la gente se acercara a Will por su propio pie. El chico no dijo nada. Sólo se quedó ahí parado. Will comenzó a plantearse que era lo que querría. Dudaba que estuviera en busca de vida social ya que ni siquiera había saludado. Inconscientemente se le ocurrió que el motivo podría ser el libro, por lo que lo estrechó contra su pecho de manera involuntaria. Ella lo había visto primero. Había más libros en los estantes... y sin embargo, algo en el silencio del chico le indicaba que era precisamente lo que estaba buscando. Un mareo la inundó, una sensación parecida al vértigo. Las voces habían aparecido para saludar al recién llegado. Que raro... desde que estaba aquí, para Will la gente se clasificaba entre los que ahuyentaban las voces y los que también podían oírlas. Además estaba una rara sensación de familiaridad entre el libro y él, como si se reclamaran mutuamente.

No era justo... ella lo quería leer, pero no había modo. Estaba convencida de que él no se iría sin el libro. Suspiró, y extendiendo ambos brazos hacia el frente le ofreció el libro. ¿Lo quieres? la expresión de Will se volvió soñadora. El libro quiere estar contigo... esperó sin agregar nada más a que el chico lo tomara... tal vez fuera mudo y por eso no hablaba.

Will lo observó acariciando el libro y sonrió imperceptiblemente. Realmente le tenía cariño a ese libro. Se sorprendió al ver que el chico, lejos de irse, se sentaba frente a ella. Se quedaron en silencio, frente a frente. La situación era todo, menos normal. Will volvió a plantearse a posibilidad de que el chico fuera mudo. Sentía curiosidad por ver mejor el rostro cubierto por el gorro, e incluso estuvo tentada a levantarse y descubrirlo por sí misma pero se contuvo. Volvió a ver el libro, cariñosamente estrechado entre los brazos del chico. Sonrió amablemente. Es un ejemplar hermoso. elogió mientras bajaba la vista y se sonrojaba a su pesar. Siempre le había gustado ese libro, pero su madre nunca le había leído cuentos. No cuando tenía otros hijos a quienes cuidar. ¿Qué se sentiría que alguien te leyera historias antes de dormir? Levantó la mirada con inesperada decisión. Realmente sentía ganas de leerlo suspiró antes de agregar atropelladamente mientras volvía a sonrojarse. ¿Te importaría leer para mí? La petición era cínica, pero razonable. Su intención inicial había sido pedirle que la dejara leer en voz alta, pero finalmente el deseo infantil de que alguien más se lo leyera ganó. Se calló y bajó la mirada esperando la respuesta del chico. Will maldijo por lo bajo. Había olvidado preguntar su nombre. Una prueba más de que definitivamente ella no estaba hecha para relacionarse con otras personas.

OFF: ya estás en la lista de los mejores posteadores o.O

Will se reclinó en la mesa usando sus brazos a manera de almohada mientras veía al chico abrir el libro. Will sonreía de manera radiante. Había dado por sentado que él tal vez se negaría, pero entonces, además de descubrir que no era mudo se encontró con que en realidad poseía una voz muy agradable. En cierto modo parecía como si hubiera leído o escuchado miles de veces ese cuento antes, ya que sabía que entonación darle a cada personaje. Y estaba ese algo que solo podían transmitir aquellos que sentían o querían la historia que narraban y que lograba conmover al público. El don de los grandes actores que logran atrapar y hacer suyo al público. Will cerró los ojos al escuchar lo de "Todos los niños crecen excepto uno". Habría sido maravilloso no crecer nunca. No tenía preocupación alguna cuando era niña, podía recordar muy bien eso. Era irónico que la gente quisiera crecer tan rápido solo para darse cuenta de que habrían preferido continuar siendo niños. Su mente ya empezaba a recrear las escenas evocadas por la voz del desconocido cuando de pronto él se detuvo. La mente de Will regresó bruscamente a la realidad y abrió los ojos sorprendida. No pudo reprimir una mirada de reproche sin embargo no dijo nada. Tal vez él se había cansado de leer. Will sonrió tristemente. Debía agradecer que al menos hubiera accedido a leerle una parte. Tienes una voz agradable cumplimentó mientras intentaba adivinar bajo la penumbra de su gorro los rasgos del chico. Parece mentira que se trate de un cuento... comentó más para sí misma que para él, aunque segura de que él también había oído. Tiene mucho significado... en especial las primeras líneas su mirada se perdió en la lejanía y se abstrajo durante unos minutos mientras intentaba recordar momentos agradables en su infancia.

Will asintió ante las palabras del chico. No solo se les pudre el corazón... también pierden la capacidad de sorprenderse recordaba haber leído eso hacía años en el mundo de Sofía. Olvidan ver el mundo con un poco de imaginación... se cierran a su entorno. Pierden la oportunidad de viajar al país del Nunca Jamás Eso no tenía mucho sentido, pero para ella lo tenía. Will lo sabía mejor que nadie, había tenido que lidiar con la indiferencia del resto de la gente durante toda su vida. Gente que le decía que leer tanto le trastornaría la cabeza... ella era, lo había sabido siempre, una niña perdida.

REcargó su mejilla en su mano mientras por inercia su mirada se posaba de nuevo en el chico. Parpadeó confundida por la pregunta y acto seguido se sonrojó un poco. No, nunca la vi. Siempre tuve una niñez bastante retraída y casi no salía confesó. No agregó lo solitaria que esta había sido, pero su mirada lo reflejaba con creces. Lo vio ponerse de pie y levantó la mirada hasta posarla en él. No sabía por qué pero no quería que se fuera. Quería que él leyera un poco más para ella. Un impulso egoísta que no podía reprimir. No te vayas por favor pidió mientras inconscientemente su mano se dirigía hacia el brazo de su compañero. Era solo una sensación, pero casi podía sentir que había encontrado otro niño perdido.

Para Will el país del Nunca Jamás había sido siempre su propia mente, un lugar en el que podía evadirse cuando lo necesitaba, sin tener que pensar en las fatídicas palabras del resto de la gente diciéndole que madurara, que creciera y que se dejara de tonterías fantaseando porque ya no era una niña. Su mirada asombrada se posó en el chico ¿Has estado ahí? Yo solo a veces... Siempre me traían de regreso cruzó los brazos un poco enfurruñada, pero en seguida se repuso. Cuéntame ¿Cómo es?

Se sorprendió cuando el chico le presto el libro pero sonrió agradecida. Ahogó una exclamación de sorpresa cuando notó que el libro no contenía palabras. Eso solo hacia aún más fascinante al chico porque se sabía de memoria el cuento, y tenía bien claras las personalidades de cada personaje.

Cerró los ojos. Algo tenía de mágico el chico que lograba evocar con gran facilidad las imágenes que narraba en la mente de Will tal cual si las estuviera dibujando. Eso no se aprendía, era un talento natural. Volvió a abrir los ojos mientras analizaba una parte en específico de lo dicho por el chico. Este mundo era un infierno... Este mundo es una prisión... solo la mente nos puede hacer libres espetó con alegría feliz de que encontraba a alguien que podía comprenderla. Alguien que no la acusaría de evadir la realidad.

Sonrió ante la pregunta. Claro que le gustaba. Era hermoso. Se sonrojó levemente. ¿Estás seguro? tomó el libro con algo parecido a la reverencia. Sobraba pedirle que lo cuidara. Para Will siempre había importado más cuidar un libro antes que cualquier otra cosa. Los libros eran puertas, salidas de emergencia. Sin esas puertas, Will no habría sobrevivido. Observó el nombre tachado en la parte inferior del libro. Samuels. Levantó la vista y la posó nuevamente en su interlocutor. ¿Tu eres Samuels? El nombre le agradó... era sencillo pero transmitía algo.

Will se quedó sorprendida sin comprender del todo a que se refería con que su nombre ya no era Samuels. Se planteó si se trataría de una metáfora. ¿Ella seguía siendo Wilhelmina? ¿Lo había sido alguna vez? ¿O al igual que las voces ella ya no tenía un nombre porque no pertenecía del todo a este espacio tiempo? Levantó la vista cuando percibió un movimiento por parte del chico, y ahí, por fin, el misterio se desvaneció. La agradable voz que contaba historias ya tenía un rostro. Ciertamente no era un rostro común que vieras todos los días. Cicatrices.. había muchas y muy feas, algunas apenas disimuladas con tatuajes. Y debajo de todo eso, aunque un poco inexpresiva, una mirada que impresionó vivamente a Will. Era la mirada de alguien que había visto la muerte de cerca. Se levantó como fascinada observándolo. Tu la has visto... la viste muy de cerca... estuviste en el país del nunca jamás por unos instantes... Will hacía alusión a la muerte, y a lo que ella llamaba el país del nunca jamás, era una metáfora acerca de la muerte y todo lo que esperaba detrás de ella.

Will ladeó la cabeza. Frunció los labios reflexionando lo que Samuels, que ya no era Samuels, había dicho. Todos habíamos perdido algo importante, en mayor o menor medida. Y dolía cuando no podías recuperarlo. Se puso en pie y se acercó a Samuels. ¿Y quién es tu cocodrilo? preguntó con curiosidad. En su caso, su cocodrilo personal eran la sociedad y su propia familia. Aquellos que le habían arrebatado a Klaus. Suspiró al ver al chico con la intención de irse. E impulsivamente lo abrazó por atrás. No lo haré... cuando vaya, me aseguraré de no regresar era un comentario un tanto sombrío pero Will lo dijo con toda serenidad. ¿Dónde te devolveré el libro? alcanzó a preguntar mientras el subía los escalones. Will tomó el libro y lo acunaba entre sus brazos como si fuera un tesoro. Y de hecho lo era. Un libro con historia.

Will levantó la barbilla y frunció los labios. Un gesto que solía hacer cuando algo le enfadaba. Debimos hacer bolsas con la piel de nuestros cocodrilos su vista se perdió en la lejanía mientras evocaba todos y cada uno de los rostros de sus cocodrilos personales. ´Cerró los ojos al sentir la caricia de Samuels. Pero... ¿Y si lo dejo ahí y alguien lo daña? preguntó preocupada. Eso no podía permitirlo. Dañar un libro era peor que asesinar a una persona porque implicaba asesinar historias, implicaba destruir todo un mundo en el que habitaban personajes... una duda rondaba su mente, y según costumbre, Will la soltó de sopetón ¿Te consideras el Capitán Garfio o uno de los niños perdidos? Will se sonrojó. No sería buena idea decirle que para ella se parecía más a Wendy... al menos en la habilidad para narrar historias.

Un niño perdido.. repitió Will con expresión ensoñadora antes de recorrer el rostro de Samuels con la mirada. Su rostro no la asustaba porque le era familiar... un rostro encubriendo un alma que había sido herida por los adultos. Will llevó la mano a su mejilla derecha, ahí donde la había abofeteado hasta dejarla inconsciente. No era visible, pero en todo su cuerpo podía sentir algo parecido. El cuerpo que Klaus había profanado arrebatándole en cierto modo su infancia. Ella ya había crecido hacia tiempo. Su mirada se volvió dolorosa de repente Soy un niño perdido obligado a regresar del país de Nunca Jamás, al cual ahora me es imposible volver... los dedos de Will acariciaron por enésima vez el libro, como si de esa manera pudiera, aunque fuera un poco, acercarse al País que en lo sucesivo le quedaría vetado ahora que era una adulta.

OFF: perdón por el retraso D=

Cerró los ojos... poder regresar sólo con desearlo. Sí tan solo fuera así de fácil... pero Will lo dudaba, por más que quisiera aferrarse a la esperanza, ella no podría recuperar lo que ya había perdido. Una verdad dolorosa. Tal vez el capitán Garfio fuera un poquito más parecido a ella. Quiero ir a Neverland... susurró en un tono tan bajo que posiblemente Samuels no había alcanzado a escuchar para luego agregar en tono confidencial ¿Tú puedes ir a Neverland? ¿Me llevarías? posó sus ojos azules en los del chico en muda súplica. Si él podía ir... ¿aceptaría llevarla? Esperaba que sí... Bajó la mirada al escuchar la pregunta. Por que de esa respuesta dependería que él la juzgara loca y se alejara asqueado y horrorizado, como mucha gente lo había hecho ya. Eso lastimaría profundamente a Will, pero no podía sino responder con la verdad. Nunca había sido buena mintiendo. Se sonrojó mientras comenzaba a hablar Yo... me enamoré de alguien que ya había muerto. Esa persona me visitaba por las noches pero los demás no comprendían nuestro idilio y mis padres quisieron alejarme de él mandándome lejos. Él no volvió a visitarme. Cuando me escapé de la vigilancia de mis tíos, lo primero que hice fue ir a sacar a mi amor de su tumba levantó la mirada angustiada esperando una reacción de parte de Samuels. Después de eso... él podía sencillamente quitarle el libro y dejarla ahí. Pero una vez que comenzaba a hablar, no podía detenerse. Su mirada se extravió momentaneamente al recordar el cuerpo flácido y frío de Klaus entre sus brazos. Él ya comenzaba a descarnarse... pero conservaba la belleza que otorga la muerte a quienes recibe en su lecho. Klaus quería que lo sacaran de ahí. Y yo lo hice. Pero nos descubrieron y a él lo volvieron a enterrar mientras que a mí me mandaron a este lugar. una expresión de dolor atravesó su rostro. Volvió a bajar la vista y comenzó a acariciar tímidamente la cubierta del libro por enésima vez, esperando que, de un momento a otro, Samuels decidiera que su libro no merecía estar entre sus brazos.

Los ojos de Will se alzaron de inmediato hacia Samuels. Permaneció perdida en el estupor unos minutos. Había habido muchas reacciones ante su historia, pero esta era de las mejores. Él había dicho algo que los demás no. Se puso de pie sonriendo tan feliz como una niña a la que le adelantan la navidad y se acercó a él para abrazarlo. Gracias... susurró mientras una expresión de paz se extendía por su rostro. Porque así como el rechazo la hería vivamente, la aceptación conseguía brindarle una sensación eufórica. ¿Y tú? ¿Por qué estás qaquie? Gente como Samuels eran su certeza de que tal vez no estaba loca, como todos insistían en afirmar. Volvió a tomar asiento sin dejar de sonreír. ¿Ir al pueblo? Pero.. para eso habría que escaparnos... palideció un poco pero la idea sonaba emocionante. Tal vez lo emocionante era el hecho de poder visitar una librería. ¿Cuándo lo hacemos? preguntó con calma. Romperían una regla, pero si era por libros, valía la pena.