Bailando con la libertad (libre)

Las noches solían ser pesadas para mi. El lugar era un lugar de, por y para locos. No había duda alguna, a veces mientras recorría los pasillos en busca de soledad y paz, podía escuchar a lo lejos gritos o sonidos que sólo los locos y monstruos podíamos hacer. Una de mis manos descansaba en la fina tela de mi bolsillo derecho del pantalón mientras que la otra jugaba de manera mecánica con la tapa de mi reloj de bolsillo.

No conocía por completo el lugar. Y éso daba pie a recorrer con fascinación aquel coloso tétrico. Entré escurridizo en el salón de baile y me quedé parado, haciendome hacía atrás, casi saliendome de la entrada. Era una joven la que había frenado mi entrada. Volaba como sólo las hadas podían hacerlo en Neverland pero ésta lo hacía sin polvos mágicos. Traté de sonreir pero mi rostro con nervios muertos no pudo configurar una sonrisa. Gracias al cielo, la capucha de mi chamarra podría cubrirme y no dejar a la vista una mueca que estaba muy lejos de ser una linda sonrisa.

No supe que hacer exactamente cuando preguntó si bailaría o no con ella. La respuesta evidentemente era NO. No porque yo no quisiera o fuese descortés. No, no era esa. Simplemente yo no podía hacer movimientos muy bruscos. Había pasado ya un año de rehabilitación, injertos y dolorosas operaciones, sin embargo aun no recuperaba la flexibilidad de mis músculos. -Lo...lo siento...- tartamudeé un poco. ¿Mi nombre? Cierto, que falta de educación la mía. -Sa...samuels...- lo dije lo más bajito que pude, con la esperanza de que no me escuchara.

Alcé el rostro y observé mi reflejo sobre aquel espejo. Me sentí miserable y simplemente lo bajé tan rápido como pude. Éste era el castigo por haber incitado una venganza. Al parecer, papá tenía razón. La venganza sólo trae consigo sufrimiento o quizás...yo no lo había planificado bien...fuese como fuese ahora tendría que pagar el precio de mis acciones.

¿Entonces te quedas conmigo un rato? Retumbó en la cabeza. ¿En serio quería estar con un monstruo? Me quedé meditando la respuesta unos segundos, segundos que me parecieron eternos. Asentí lentamente y con pena, ví de soslayo que se ponía en pie, iba por algo. No sabía que, puesto que la capucha me quitaba un poco de visión. -Lorraine...- pronuncié para grabarme su nombre.

No podía verle pero la sentía atrás de mí, observandome. Suspiré al escuchar su petición implicita. -No...no creo que quieras verme...- dije con una voz grabe y me quedé pensativo.

-No es que no quiera verte...- dije de manera educada. Realmente no era que no quisiera verle, era que yo prefería que ella no me viera. Que no viera el mounstruo que estaba bajo aquella capucha. Intenté sonreir sin exito por lo que dijo, nadie me había dicho eso. -A veces creemos cosas que no son...no siempre todo lo que se "escucha bonito" lo es...- respondí sintiendo que aproximaba su mano a mi gorro, respiré agitadamente.

Estaba asustado, nadie me había visto desde que había llegado. Bueno, no los internos al menos. Ella parecía curiosa, me molestaba la gente curiosa. No había nada interesante bajo el gorro negro que me cubría pero si ella quería verme y así saciaría su curiosidad...entonces lo haría. Dejé que su mano se acercara -Espero estés preparada para ver algo que quizás no deseas...- le advertí y no hice ni dije nada más.

Me quedé meditando lo que me preguntaba, no estaba muy seguro de poder decir no pero tampoco si. Preferí no contestar esa pregunta incómoda. Le observé fijamente por medio del espejo, me sorprendió que besara mi cabeza. Me quedé petrificado observando el espejo, no supe que hacer o como reaccionar.

-Cuando practico Poi...- contesté timidamente y agaché el rostro. Mis manos juguetearon nerviosamente entre los bolsillos de mi rompe vientos. Le observé alejarse y me entriste. ¿Habría hecho algo malo? Me puse en pie y me giré observandole, no me atreví a seguirle puesto que no me sentía alguien que pudiese siquiera verle de frente.

Ella no entendía nada, aunque quisiera ponerse en mi lugar. Odiaba cuando decían "No te tengo miedo", cómo lo sabía si ni siquiera me había visto. Yo no contesté nada y sentí cuando se acercó a mí. Me estremecí un poco al sentir su beso por encima de mi ropa. ¿Así que no me temía? Sin previo aviso, la tomé fuerte, haciendole sentir mi fuerza y azotandole ligeramente contra una de las paredes. Gruñí, odiaba que me subestimaran o tuvieran lástima. Sin decir nada, bajé mi gorro y le permití verme fijamente -¿Ahora que opinas?¿Ya me tienes un poco de miedo?- hablé con amargura.

La bajé con suavidad y le dí la espalda, no quería que siguiera contemplando las cicatrices que tenía. La frustración era de los peores sentimientos con los que lidiaba día a día.