Despeja tu mente [Libre]

Me sentía rara. Muy rara. Nerviosa, quizá. Inquieta; sentía que me faltaba algo. Me había despertado temprano, a las cinco de la mañana. Mis ojos se desilucionaron al encontrarse con el techo de mi habitación. No, esa no era mi habitación. Esa era la celda nocturna donde me tenían atrapada, lejos de toda civilizacion decente. Mi habitación era la que tenía antes, cinco días atrás, de techo blanco y paredes verde pastel. Con una cama muy cómoda, y la notebook sobre mi mesita de noche, esperando con ansias ser enchufada y encendida para una nueva sesión de Navegación Matutina. Por eso, mis ojos se desilucionaron. Porque no hay ningun portátil sobre mi mesita de noche. Ni la habitación tiene paredes verde pastel. Ni tengo el consuelo de levantarme, calzarme las pantuflas e irme a la sala a encender la otra compu. De todos modos podríamos decir que lo intenté; intenté levantarme y "encender otra compu". Obviamente, no hay una computadora a nuestro alcance. Al alcance de los internos, me refiero. El primer día, si bien tambien me sentía rara, pude soportarlo. Me dediqué a vagar por ahi, conociendo todos los posibles lugares donde podría ocultarme luego de robar un celular con crédito y conexion a Internet, o algo así. El segundo día, digamos que hice lo mismo. Repasé el camino que había echo anteriormente, asegurandome de no olvidar nada y para afirmar mi sentido de orientación. Día tres, aburrido. Me interné en la biblioteca. Día cuatro... no hice nada, tambien fue aburrido. Y día cinco, aquí estaba, retorciendome las manos en la desesperación, por necesitar tener algun tipo de contacto con mi Facebook. Debería estar llena de notificaciones; y yo, que no soporto ver más de diez sin revisar, sufriría un ataque al encontrarme con la computadora tildada a causa de tantas juntas. Qué horror.

Entonces, en un vano intento de despejar mi mente, de alejarla de aquella horrible idea de un Facebook lleno de acciones sin chequear, salí a caminar. Otra vez. Mas ahora me dirigí a los establos, donde me apoyé en el umbral de la puerta y miré a los animales que había allí dentro. Me pregunté para qué estaban. ¿Tendríamos clases de equitación? ¿Serían usados para algun tipo de equinoterapia? ¿Se nos prohibiría tocarlos, tambien? Un caballo marrón, otro caballo marrón pero con una mancha blanca en la frente. Otro marrón más claro.. otro gris. Este lo miré por un rato más que a los otros. Luego, había tambien uno color crema, otro negro y al final uno blanco. Eran hermosos, sin duda; sería genial colocarles la silla y huir cabalgando del Centro, saltando los muros sin dificultad.. Vi muchas películas.

Lo cierto era que eso de entretenerme investigando para mi futura misión con el chico que conocí el día de mi llegada, no funcionó. Quiero decir, no volví a hablar con él luego desde aquel último encuentro, y digamos que la abstinencia se había medio apoderado de mí, pues de lo contrario no estaría nerviosa como lo estaba, a pesar de mirar a los caballos con aparente tranquilidad. Si bien los animales dormían, la mañana recien comenzaba a abrirse en el cielo y las brisas eran suaves aunque heladas, y yo estaba abrigada bajo mi grueso sobretodo comprado especialmente para mi estadía aquí en Noruega, mi mente era un completo infierno. Necesitaba conectarme. No era algo que quería, lo necesitaba. Mis dedos necesitaban deslizarse con soltura y apretar con la minima fuerza las teclas, mi palma necesitaba entrar en contacto con el pequeño mouse que conecto a la notebook, mis ojos necesitaban ver la pantalla con imagenes tan conocidas, mientras mis oidos eran agasajados con la música, infaltable, que reproducían los parlantes. Imposible pensar en otra cosa.

Sin embargo, no pasó demasiado tiempo cuando caí en la cuenta de que no estaba sola. En un rincón, casi oculto, se hallaba un chico que tenía las piernas pegadas al cuerpo y tiritaba a causa del frio. Me lanzó una mirada furtiva, dandome la impresión de que me encontraba frente a alguien bastante timido. Al menos aparentemente. Una fina capa de llovizna comenzó a caer en el exterior; aunque hubiera querido, no estaba tan loca como para marcharme y mojarme con el agua helada. Ya suficiente frio hacía en seco. Me mordí el labio y miré al chico otra vez. Di unos pasos vacilantes hacia él, despacio para no sobresaltarlo.

- Hola - dije, estúpidamente. Ya estaba a un escaso metro de él, sosteniendo mi sobretodo con dedos entumecidos. - ¿Eres nuevo? - pregunté con acento inglés, esbozando una ligera sonrisa.