Auxilio no alcanzo a tallarme la espalda![Leah]

Su miembro rozaba al mío y eso era tan excitante como saber que saliendo de este sitio volvería a probar mi tan preciada hierba verde; tan placentero como el mundo que una buena calada me propiciaba. Mágico y real a la vez. Erótico, ahora. El castillo si era erótico después de todo. Sentir sus manos sobre mis senos me provocó un electrizante escalofrío, bastante agradable, extrañaba esas caricias; suspiré de nuevo y le sonreí mordiendo levemente mi labio inferior. Sus labios calientes fueron la gota que derramó el vaso, se sentían tan bien sobre la suave piel de mis senos, mis pezones se quedaron erectos. Eso era excitación, pronto comencé a mojarme, a querer más de lo que el chico quisiera darme, era tarde para parar y no deseaba detener nada. ]—Llévame fuera de mundo, Bob. Hazme sentir que el encierro no existe y que el frío es producto de mi alocada imaginación—susurré mirando su rostro mientras él continuaba con sus ardientes besos.

El placer se apodero completamente de mi sensible cuerpo, cuando sus dedos entraron con aquella sutileza no pude evitar dejar escapar gemidos desde mi garganta. Se sentía mejor de lo que hubiera imaginado, lo que sólo hizo que mis líquidos vaginales mojaran sus dedos, haciendo también que se movieran con más facilidad en su camino por mis cavidades. Ya no era dueña de mi cordura ni de mis acciones. Presioné tanto su nuca con mis dedos que pude haber herido sin darme cuenta, mordí sus labios con la ferocidad de un animal salvaje. —Ahh, sí, así...es...perfecto—no sé cómo pero pude hablar, apenas en suspiros sensuales llenos de fogosidad y deseo. El que sus dedos me tocaran de aquella manera me hacía desear con todas mis fuerzas tenerle dentro de mí. Quería que me hiciera suya de alguna manera, necesitaba sentir su miembro entrando y saliendo de mí.
Miré hacia abajo y pude ver su pene deliciosamente erecto, sólo pude imaginar que tendría aquello dentro mío en algún momento y sentí más excitación. Bajé una de mis manos y lo tomé con delicadeza, lo apreté y solté alternativamente, y luego moví mi mano arriba y abajo. Ahora yo quería darle placer a él, aunque por mí no había problema si él continuaba dándome a mí. Le miré con una sonrisa seductora —El cielo nos culparía de pecaminosos si le dejáramos ver esto...así que pienso que así está bien por ahora.

¿Yo que podía hacer ante eso? Bob me estaba dando el cielo y el infierno a la vez. No podía negarme a sus caricias y sus besos tan singulares, siempre acompañado de una lengua que se abría camino por cualquier rincón del cuerpo. Solté su miembro cuando bajó a mi parte más íntima. De sólo imaginar cómo se sentiría mi excitación subió a otro nivel, pero no se comparaba a sentirle haciéndolo. Ahora sí perdí el control de mí misma. Con una mano acaricié mis senos, apretándolos de vez en vez y otras lamiendo dos de mis dedos y luego jugando con mis erectos pezones, ayudándole a Bob a darme placer. Con la otra mano tome sus cabellos sin brusquedad, acaricié su rostro y me encontré con sus ojos que gozaban por mis expresiones. A él le gustaba lo que veía, a mí me fascinaba lo que hacía. —Los demás ojos no me importan, ellos sólo ven... aquí tu ves, tocas y te diviertes...—hablé entre jadeos de puro placer, viéndole en todo momento. Eran los primeros días en este lugar de locos y me estaban dando la mejor bienvenida imaginable. —Hazme tuya, Bob... sé que no te conozco y que no sabes nada de mí... ya habrá tiempo para hablar después...por ahora tómame como si te perteneciera—cuando terminé de hablar pude sentir como estaba a nada de llegar a el primer orgasmo. Mi espalda se arqueó levemente hacia atrás y mis dedos se aferraron a la madera de donde estaba sentada. Me corrí mientras él me hacía el mejor sexo oral de mi vida. Aunque para ser sincera, muy pocas veces había tenido sexo antes.

Le sentí entrar despacio, con todo el cuidado del mundo, parecía como si se estuviera conteniendo a dejar salir su lado salvaje. No era que fuera fanática del sexo salvaje pero estaba tan excitada que bien podría convertirme en una bestia. Sentí como si tocara el cielo, era como si de pronto todo lo demás hubiese desaparecido y sólo quedáramos él y yo en la nada, pero sin duda era una nada gloriosa. Mi respiración fue todavía relajada. Los movimientos que Bob hacía eran lentos pero firmes, justo como me gustaba comenzar. De nuevo me deleité con el sabor de sus labios, mismos que unos segundos después fueron a parar a mis senos que ya le extrañaban —Parece que te estás cobrando muy bien...—dije entre suspiros entrecortados, dejando caer mi cabeza y mi cabello hacia atrás —si esto cobras por mostrar tu rostro...Ahh, sí... no quiero pensar qué pides a cambio de un favor—abrí más mis piernas para darle espacio al cuerpo de Bob, luego las enrosqué en su cadera logrando en la marcha que entrara más dentro.

El mundo podría venirse abajo allá afuera y realmente no me habría importado. No, porque ahora el mundo era más pequeño que lo que yo estaba sintiendo con ese chico extraño al que acababa de conocer apenas hacía unos minutos. Recorría mi piel con la sutileza de un caballero y la ferocidad de un león, todo a la vez, tan contrastante y racional. Todo al mismo tiempo. Sentí todos y cada uno de los roces que mi cuerpo hacía con el suyo, gozando de cada centímetro de su miembro. Mis piernas lo aferraron con más fuerza pretendiendo con ello hacerlo entrar más a dentro —¿Quién iba a decir que pagaría?—solté apenas pude con voz entre cortada y por demás llena de excitación.

Nos movimos, o mejor dicho, me movió al tiempo que él lo hacía, colocándome en una posición diferente, me recostó y abrí mis piernas para darle entrada, no quería que se alejara, sólo deseaba tenerlo dentro de mí, se podría decir que su ausencia mínima me frustró. Eso no era bueno, yo no podía permitirme sentir más que placer por alguien. Le escuché y una sonrisa perversa se dibujó en mis labios, no creí lograr formular una frase, mis gemidos se volvían cada vez más fuertes mientras mis dedos se hundían con frenesí en sus brazos. Su rostro quedó tan cerca que lo único que pude hacer fue sumergirme en ellos —No quiero que mi mente vague... quiero que se quede aquí... que se deleite junto con el cuerpo...así que cállate, Bob, no me hagas desconcentrarme—llevé una mano a su nuca y le hice bajar hasta que nuestros labios se encontraron.