Las voces me llevaron hasta aquí...

Me estremecí sobre manera. No había tenido a alguien de cerca desde hacía tiempo, no después del accidente. Entrecerré los ojos y aspiré profundamente el olor de la joven. No reconocí por completo el olor de la mujer que tenía ciñendo mi cintura. ¿Orquídeas? Tomé con cuidado sus manos e hice que deshiciera el abrazo, comenzaba a incomodarme.

Me giré. La joven no era baja, le llevaba sólo unos cuantos centímetros. Suspiré pesadamente y alcé la vista viendole fijamente, topando mi mirada grisácea sobre la de ella. La capucha aún me guardaba de la mirada curiosa de la joven pero tarde o temprano se daría cuenta que no tenía un rostro "normal". - A veces se sueña despierto...- contesté a su pregunta y no dejé de verle de manera penetrante.

Estuve tentado a darle un empujón pero por alguna extraña razón no lo hice...simplemente no me atreví. Ella era poeta o poseía corazón de poeta. Su manera de hablar y decir las cosas me estremecían. Era algo nuevo, algo que no recordaba haber experimentado. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral al escuchar la palabra fuego. -Yo...yo no soy noche...- expuse mientras la mente viajaba a velocidades inhumanas, pronto estuve en otro lugar.

Y entonces ahí estaban aquellos recuerdos, los últimos que tenía.

Mis ojos grisáceos viendo fijamente el cuadro de la boda de mamá y papá, ardiendo maravillosamente. Un naranja escarlata teñía el ambiente, el olor a humo me maravillaba. Y de pronto una viga cayendome encima, no fui lo suficientemente rápido. Me golpeó fuertemente en la cabeza y aquel fuego que tanto había soñado provocar y que acabara con el pasado...terminó acabandome a mí.

Las flamas recorrían graciosamente mi cuerpo, en cuestión de minutos estuve completamente cubierto por éstas. El calor era intenso y el dolor me hizo aullar pero ni mis gritos ni mis esfuerzos apagaron las llamas. Mi umbral del dolor fue rebazado y para mi favor todo se cubrió de sombras...

-Alejate de mi...- pedí y nuevamente me estaba girando para irme, no quería recordar el motivo por el cual estaba en éste Tartarus.

-No es eso...- acoté de manera rápida cuando ella decía que no me agradaba hablar con los demonios. Si ella era una demonio, era el demonio más hermoso que habia visto. Suspiré y me giré para verle fijamente, caminé avanzando hasta llegar el marco de uno de los ventanales. Me senté sobre éste y observé a lo lejos. La frescura de la noche me regalaba una y otra vez caricias deliciosas. -Las voces callaran cuando te las bebas...- contesté serenamente con ésa voz grabe y varonil que me caracterizaba.

-¿Cuál es ésa maldición que te persigue?- pregunté girando el rostro hacía ella, viendole fijamente y de manera penetrante.

No entendí mucho, al parecer ella era una persona bastante misteriosa y hablaba en enigmas. Enigmas a los que yo no estaba acostumbrado. Si pudise sonreir lo haría pero mis músculos atrofiados me lo impiden. Mi rostro estaba carente de emociones, más por el accidente que por mi voluntad. Su historia me agradaba, hablaba de un monstruo como yo pero definitivamente su origen era muy distinto al mío. -Tienes razón, no soy ése vagabundo...- afirmé y me bajé del marco donde me encontraba sentado.

Avancé hasta la mujer y me quedé frente a ella esperando que continuara con la historia que había cautivado mi atención. Al parecer no se había percatado de mis cicatrices y mi aspecto quizás repulsivo para muchos. Tal vez Elle era una loca verdadera y por éso no me huía, suspiré. Bueno al menos tendría una amiga en el lugar. Me senté en el suelo de la torreta y me quedé observando el polvo que yacía en el lugar. -¿Qué pasó con el mounstruo?- pregunté con curiosidad y alcé la mirada viendole de manera penetrante.