Despejando la mente [Libre]

Estas aquí adentro te llevaba a ver más de ti de lo que querías. Comenzabas a mirar en introspectiva, a analizarte más. Eso conllevaba una cierta frustración manejable.
Me agradaba el clima frío. Caminar al aire libre sintiendo la brisa fria en las mejillas te hacía saber que estabas vivo y te ayudaba a olvidarte un poco del mambo que era tu mente.
Vestido con mis jean grises, mi anorak negro y mis guantes de cuero (para prevenir el frío y los gérmenes del exterior), me dirigí a dar un paseo por el jardín principal.
Era un gran jardín con una hermosa variedad de flores y árboles de todo tipo. El sol del medio día asomaba y daba un calorcito picante en la cara.
Una de las plantas me llamó la atención. Sentí ganas de tomar una de sus hojas y hacerle análisis químicos para ver si poseía alguna propiedad interesante. Sonreí al ver el paralelismo con las enfermedades psiquiátricas. Para un doctor, nosotros deberíamos ser como es la planta para mi; un interesante objeto de estudio.
Estaba imerso en mis pensamientos cuando escuché alguien que se acercaba.

Llevaba un par de semanas estando muy atareada, y me apetecía dejar el trabajo por unas horas. No sería mucho tiempo, solo un descanso corto para tomar el aire. Aire que me congelaba los pulmones, por cierto. Así que no lo pensé y me dirigí hacia los jardines; era una hora muy extraña para que los internos pudiesen salir, o para que incluso los trabajadores dejaran sus labores a medias, así que supuse que estaría sola.

El frío me azotó las mejillas como si me hubiesen acercado un soplete encendido a ellas; fue una sensación terriblemente desagradable, la verdad. La diferencia entre horrible calor que hacia dentro del edificio y la gélida brisa que aquel día traspasaba los terrenos de Kautokeino, me pilló completamente desprevenida, y es por eso que me ceñí el grueso jersey de lana. Insuficiente para la temperatura que hacía.

No fue hasta que llegué alli que me dí cuenta de que no iba a estar sola. Quise darme la vuelta, pero supe al instante que no serviría de nada intentar marcharme.

Giré para ver de dónde provenía el ruido.
Pense que a estas horas, iba a estar solo en el jardín ya que no mucha gente salía en este horario. Pero no era así.
Una chica rubia, no muy alta, con un jersey de lana caminaba por el jardín. En seguida la reconocí como una de las chicas de servicio. Se me daba muy bien recordar las caras de la gente. Cara que veo una vez, cara que recuerdo para siempre.
Me incorporé e hice un ademán con la cabeza en señal de saludo.

Él era un interno más.

No conocía su nombre ni su diagnóstico, pero su rostro se me hacía conocido. Quizás un encuentro desinteresado en los pasillos, o un enchufe roto en su habitación a lo mejor; no podía estar segura. Pero sí corroboraba lo que en un principio había pensado; él era un interno.

No solía relacionarme con los pacientes del centro casi nunca. Por no relacionarme no me relacionaba con nadie, la verdad. Únicamente un par de conocídos o personas a las que podía llegar a tener algo de aprecio, pero nada más allá. De todos modos, el muchacho había dado una cabezada a modo de saludo, y eso no tenía sentído negárselo. Por lo que apreté los labios ligeramente, introduje los puños detro de las mangas de un solo estirón, y moví la cabeza de igual modo, para saludar.

La chica respondió el saludo con otro ademán de cabeza. Hace tiempo que no hablaba con alguien que no fuera interno, y mi último contacto con alguien no habia sido una instancia que ameritara mucha conversacion.
Volví a observar las plantas. Las ganas de volver a mi laboratorio eran enormes. Extrañaba la investigación casi tanto como a mis hermanos. Espero que se pongan en contacto pronto.
Despegué la mirada de las plantas y obsevé nuevamente a la muchacha.
-¿Día muy agotador?- le pregunté con una sonrisa

No pensé que aquel encuentro fuese a continuar, sino todo lo contrario. Supuse que él seguiría a lo suyo, pues se había vuelto para observar unas plantas que había frente a él, y que el saludo se quedaría únicamente en eso, en un saludo. Pero de pronto, el moreno volteó su rostro y se dirigió a mí con una sonrisa en los labios.

"¿Día muy agotador?"

Su voz me resultó agradable y no tardé en acercarme un poco más a él y en contestar.
- No, hoy no lo ha sido demasiado -dije con un tono de voz bastante neutro. Pero luego opté por olvidarme de lo que mi vida significaba, y eso suponía arreglar las anteriores sosas palabras.- ¿Y qué tal el tuyo?

Se acercó un poco más a mi. La chica parecía simpática, y a diferencia del resto de gente que había conocido en mi estadía, ella estaba cuerda. O por lo menos lo parecía. Aunque todos tenemos nuestros monstruos internos...

-Mi día ha sido tranquilo por suerte. Solamente me puse un poco meláncolico. -observé nuevamente las plantas. Sentí que me podía abrir un poco más con la señorita, así que me explayé un poco más.
- Extraño un poco a mis hermanos y un tanto más a mi laboratorio. La investigación era mi vida y estando aquí dentro me siento un poco inúti. -escruté las nubes como intentando ordenar mi cabeza.
Luego la miré a los ojos y tendí mi mano
-Francis Petrel, encantado.

Él observaba las plantas mientras contestaba a mí pregunta; así lo hice yo también, sólo por unos instantes. Su voz sonaba diferente ahora, como si hablar sobre lo que lo estaba haciendo lo entristeciera. Ya no podía verle la cara, pero podría asegurar que ya no sonreía como lo había hecho antes. Paseé un poco más hacia el chico, acercándome casi hasta donde él se encontraba, y todo esto mientras seguia relatandome. Por supuesto, yo había estado escuchando todo el rato.

No me incomodó que me contase todo aquello, simplemente se me hizo extraño; jamás nadie me había hablado de cosas tan personales así como así, y menos aun despues de acabar de conocernos, o en nuestro caso, de saludarnos. El caso es que comprendía parte de lo que le ocurría. No lo del laboratorio, claro, eso fue algo que tuve que imaginar; quizá fuese médico, o científico a lo mejor. Pero sí que lo entendí cuando se refirió a sus hermanos; yo no podía echar más de menos a Ben.

Su rostró se volvió a girar y yo lo capté con premura; mi mirada se había clavado en las flores mientras él concluía con lo que estaba diciendo, y tuve que darme prisa por reaccionar. Lo hice, y sonreí con ligera nostalgia al tiempo que sacaba las manos de dentro de las mangas del jersey.

-Sí...Thea Bronnfjell- estreché su mano con torpeza; aquel gesto también me costó un par de segundos captarlo.-Y...creo que puedo comprenderte un poco, me refiero a lo que has dicho.- añadí aun con la media sonrisa tristona en mi rostro.

Sus movimientos algo torpes me daban ternura. Parecía una chica muy inocente.
Noté que era bastante joven. Por su aparencia parecía de no más de dieciocho años. Su cara mostraba el acarreo de varios problemas. Tan joven y tan preocupada. Yo a su edad estaba plenamente enfocado en el estudio, comenzando mi licenciatura en Química. Una época hermosa. Creo que de esa forma evadía la soledad que sentía al no ver casi a mis padres, además de evadir ser un peso para mis hermanos. Nos dividíamos las tareas y las responsabilidades, pero como buen hermano mayor, Oli siempre se preocupó más por nosotros que por él.
Sacudí mi cabeza para evadir los recuerdos de mi pasado. Mi presente era aquí y ahora. Internado en este castillo para recuperarme de mi trastorno.

La chica se había acercado aún más escuchando mis palabras. Aprecié mucho el gesto. Noté lo mucho que me hacía falta hablar con alguien. Las penas siempre compartidas pesan menos.
Se presentó como Thea Boronnfjell.

"Y...creo que puedo comprenderte un poco, me refiero a lo que has dicho"
Noté una media sonrisa media triste en el rostro de la chica cuando mencionó estas palabras.

-¿También estás un poco melancólica? Si precisas un oido que te escuche te ofrezco el mio. Se qué no nos conocemos pero puedes confiar en que lo que se diga aquí, queda aquí. Si hay algo que he mantenido a lo largo de mis años son los códigos. Además, las penas compartidas siempre pesan un poco menos, ¿no?. -le dije sonriendo. Luego me di vuelta y me agaché para escrutar nuevamente las plantas.

Comenzó a contarme de su hermano. La entendía totalmente. La manera en que extrañaba a Oli y a la pequeña Kaira era indescriptible. Siempre habíamos estado juntos, en contacto constante. Tratamos de hablar por teléfono lo más que podemos pero los horarios de llamadas no son muy extensos, y a veces alguno de los dos se encuentra trabajando, así que no tenía tanto contacto como me gustaría.

-Un año es mucho tiempo. -le dije con compasión. Me imaginé lo que sentiría si estuviera un año sin ver a mis hermanos. Sería realmente devastador.

"No pudo venirse conmigo cuando me ofrecieron el trabajo aquí, en el centro."
Esas palabras quedaron resonando en mi cabeza. ¿Estaba ella a cargo de su hermano?

-Comprendo porqué no dejarían que venga, este sitio no es exactamente el más apropiado para un niño de esa edad. Pero por cierto, ¿está él a tu cargo? -pregunté con curiosidad despegando la vista de las plantas y mirandola ahora a ella a los ojos.

- ¡Jajaja! No te preocupes que no tomé lo del lugar como una ofensa -le dije sonriendo cómplicemente y haciéndole una guiñada.

Su timidez seguía generándome ternura.
Se notaba que hechaba de menos a su hermano, comprendía por lo que estaba pasando así que decidí contarle un poco de mi historia, para que por lo menos se sientiera más acompañada, más comprendida.

-Yo echo mucho de menos a mis hermanos. -le dije con algo de tristeza. -Ellos son prácticamente lo que tengo de familia. Nos críamos juntos, todos entre todos. Oli, que es mi hermano mayor, siempre cuidó de nosotros. Como buen hermano mayor se preocupaba de que tengamos todo, que estudiaramos, que comieramos... -rememoré por un instante esos momentos. Una sonrisa iluminó mi cara.
-Y luego esta la pequeña Kaira, que siempre nos alegra con su dulzura y alegría. Era la que siempre nos sacaba a flote. Con su sonrisa angelical curaba cualquier mal. -mis ojos comenzaban a ponerse un poco húmedos por lo que miré hacia las plantas nuevamente.
-Aún de adultos, seguimos siendo tan unidos como cuando niños. Siempre estamos ahí cuando el otro nos precisa. Sea donde sea, a la hora que sea, estamos a plena disposición uno del otro. Es un amor indescriptible.
Me di cuenta de cuanto los extrañaba, y comencé a llorar. Miré a Thea a los ojos y sonreí.
-Así que dadas las circunstancias, creo comprender un poco lo que sientes. -le dije sonriendo tímidamente y con lágrimas aún en los ojos.

Thea posó su mano sobre mi pierna. Dado el lugar en el que estábamos, y que ella no sabía aún mi diagnóstico, lo tomé como un gran gesto de confianza.
Me dedicó una hermosa sonrisa. Aprecié muchísimo el gesto, era justo lo que necesitaba en este momento. Era bueno saber que había alguien en este lugar que me comprendía. Alguien con quien podía hablar sin que me estuveria analizando. Alguien con quien poder compartir momentos amenos.
La compañía de Thea me había hecho mucho bien.
-Muchas gracias, pequeña -le dije dedicándole una sonrisa. -Se nota que tienes un corazón gigante. Tu hermano es un chico muy afortunado. -acoté con sinceridad.
-Y como dices, estoy seguro que falta cada vez menos para que nos juntemos con ellos. -le dije mientras tomaba su mano y la apretaba suavemente como gesto de confianza, al tiempo que la miraba a los ojos y le dedicaba una amplia sonrisa.
Lo bien que me hizo hablar con Thea era indescriptible. En estos pocos minutos que nos conocíamos, ya comencé a tomarle cariño. Gente como ella no se encuentran todos los días. Era una de esas personas especiales que la vida te regala en el momento menos esperado.

-Han crecido violetas aqui, mas no tienen color para mi...esa dulce ternura que tu, llevabas en tus ojos no existe mas

Camina tarareando una canción mirando al cielo, pensando tal vez en algun maquiavelico plan, aunque por el dia las ideas no le llegaban tan bien, de dia parecia tener un poco mas de control, parecia dominarse, ser casi una persona sana.
En su distraccion choca con el que dialogaba con la mujer.

-Han crecido entonces ya las violetas? este cielo razo que se cierne ante nosotros es extraño, nunca habia visto uno asi desde que llegue, insolito y profetico cielo..
me asusta tanta quietud.
Prefiero por eso la noche, es donde por fin..soy libre
no es lo que todo mundo busca?

Sigue caminando mirando al cielo y se sienta por ahi..tan absorto en sus pensamientos como cuando aparecio