El lobo con piel de oveja (E. M. Kingsbury)

La jodida capilla me provocaba una fascinación que no lograba explicarme. Tal vez porque fuera el único sitio en este puto manicomnio que me transmitía algo. Me pasé con la irreverencia de costumbre, sin importarme una mierda si estaba faltandole o no al respeto a alguna entidad superior. ¿Podría importarme cuando Leviathan estaba festejando en mi interior? Un íncubo... eso era lo que necesitaba... pero no había forma de invocarlo, y no me gustaba pedirle esa clase de favores a Leviathan. Para mí ya era suficiente honor el tenerlo dentro de mí. De vez en cuando Araziel tomaba el control y terminaba pasándola bien, pero no era lo mismo autosatisfacerse que tener alguien dándote un buen polvo. Bufé exasperada. Necesitaba adrenalina. Fue entonces que reparé en un trozo de yeso tirado en el piso. ERa normal, la capilla comenzaba a caerse a pedazos. Fue un glorioso descubrimiento. Con el yeso se podía dibujar en el piso... Alouqua aplaudió mientras una risa estridente brotaba de mis labios. Sí... con eso podía dibujar los símbolos necesarios. No faltaba más que conseguir velas, o arreglarmelas para hacer unas yo misma. Sí, definitivamente mi suerte comenzaba a cambiar. Mi corsé negro se ensucio un poco con la tiza, pero no me importó en lo absoluto. Caminé con paso resuelto hacia el altar mientras reía por lo bajo. Ese era el lugar perfecto. Ahí haría mis ritos. Y si a Dios no le parecía podía mandar a alguien a detenerme. Reí ante mi propia ocurrencia y ellos rieron también. Levanté la tiza, preparada para dibujar un pentáculo, cuando escuché la puerta abriéndose. Y a través de ella, vi entrar a una joven con expresión timorata y ferviente. DEntro de mí, Ananel se abrió paso. Hola... bienvenida... ¿Quieres unirte? mi voz había cambiado una vez más. Era una voz grave, pero indudablemente seductora.

La tentación de cagarme de risa era enorme. La recién llegada era una mojigata. Una que por cierto, aún se persignaba frente al altar. A todos nos causó gracia aquello, y por sugerencia de mi amado Leviathan, decidí seguirle el juego... llevé mi mano hacia mi cabello poniendo una expresión contrita qu eno pegaba para nada conmigo. ¡Oh! ¿Cómo pude olvidar algo así de importante? sonreí tímidamente antes de espetar con cinismo Aunque yo no veo que el buen señor se queje...me giré hacia una antigua imagen que representaba a alguien, no pude discernir bien que era porque su rostro estaba desgastado, pero se apreciaban unos desteñidos y maltratados cabellos rubios pintados en cerámica. Me paré a su lado y sonreí abiertamente. Tal vez a este también le caería bien una pintada de cabello ¿No crees? mi expresión se tornó maligna al notar como se escandalizaba. Era una pena qu eno tuviera un aerosol a la mano para "redecorar" la imagen.