Dualidad..la realidad que afecta a todo

Entré al teatro que presumía aquel coloso magnifico, por no llamarlo de otra manera...loquero. Caminé con paso lento jugando de manera mecánica con la tapilla del reloj de bolsillo que había heredado de papá. A lo lejos se escuchaba una voz recitando algo, aún no podía oirle pero me llamaba la atención. Era una voz de varon, quizás habría una función, aunque el auditorio vacío sugería otra cosa.

Me quedé parado en la segunda fila que admiraba al escenario, acomodando la capucha de mi rompevientos negra y ocultando mis manos en los bolsillos de mi pantalón, guardando así el viejo reloj del abuelo. Era un tipo más o menos de mi tamaño y talla, vestido de una manera extraña y usando un maquillaje estraño. Parecía a un personaje salido de algún comic, intenté sonreí con fracaso. Los musculos de mi rostro aún no respondían a mis intentos de gesticulación. Me gustó lo que oraba. Tenía razón, todos pretendemos ser normales pero sólo alcanzamos tristemente una máscara...

Escuché con atención todo lo que decía, fruncí el ceño al escuchar que no quería nada a cambio más que "las personas fuesen tal cual eran". ¿Me creía idiota? Negué ligeramente y cuando terminó de hablar le contesté -Yo no espero nada bueno de las personas, menos de aquéllas que se esconden tras una máscara o maquillaje. Si tu oferta no va llena de una petición lógica puedes quedarte con tus palabrerías y buscar a otro idiota...- comenté mientras me giraba y coomencé a caminar a la salida.

Podría ser un insano, definitivamente si, pero no un idiota. Sabía cuando las personas tramaban algo y yo no iba a ser parte de algo que no se me contaba completamente. -Cuando quieras hablar con la verdad y mostrarte como una persona de negocios, entonces hablamos...- dije avanzando más y estaba ya casi a punto de alcanzar la salida.

Negué y ya no quise escucharlo, por fin salir del lugar y me quedé pensando lo que él había dicho. ¿Por qué estaba tan seguro de que le ayudaría? Definitivamente estaba loco el payaso pero por alguna extraña razón no dejaba de pensar en su discurso, un discurso que me revoloteaba en la mente mientras caminaba por los pasillos en busca de mi cuarto. Guardé ambas manos en mis bolsillos y traté de alejarme a toda prisa, como si huyera de algo maligno.