Dorthea F. Bronnfjell
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Dorthea F. Bronnfjell
D a t o s P e r s o n a l e s
Nombre y apellidos del personaje: Dorthea Felicia Bronnfjell.
Edad: 18 años.
Actividad: Trabaja en el servicio de mantenimiento del centro.
Procedencia: Ciudad de Haugesund, provincia de Rogaland, Noruega.
Orientación sexual: Heterosexual.
Estado civil: Soltera.
Nivel de adquisitivo: Bajo.
Descripción física: Thea es una chica que, a simple vista, no llama demasiado la atención. No posee nada extraordinario como para poder considerarla una muchacha guapa. Ni siquiera creemos correcto el término "mona" para ella. Aun con eso, sería poco apropiado describirla fea, pues tampoco lo es. En realidad, es una chica difícil de describir, pues aunque carezca de todos esos divinos canons de belleza típica, posee ese "no sé qué, qué se yo" que cautiva a muchos.
Detallando por completo cada una de sus características físicas y comenzando desde arriba; Dorthea luce un cabello rubio pajizo, largo, y muy lacio. No acostumbra a cuidárselo demasiado, pues no dispone del tiempo necesario para ello. Es por eso que siempre puede vérsela con él recogido en un improvisado moño "roto", trenza deshecha y/o coleta baja. Además, goza de un inesperado y natural efluvio afrutado del que, si consigues acercarte lo suficiente, podrás disfrutar. Continuando con su rostro y formando un perfil general, podríamos describir sus facciones como profundas; sus siempre ojerosos ojos verdes rodeados por finas y escasas pestañas separadas, engloban su mirada y la hacen poseedora de una fuerza lo suficientemente grande como para "decir" o "insinuar" por si sola. Para bien o para mal, Thea puede hacerte sonreír, entristecer o incluso callar con solo mirarte. A continuación, su respingada nariz, ligeramente ancha y alzada en la punta, concede a la muchacha un aire infantil que ni por asomo desea aparentar. Sus labios, para finalizar con su rostro, son gruesos y siempre quedan ligeramente entreabiertos mientras muestran parte de su dentadura.
Su cuerpo y piel van intensamente ligados por un único adjetivo: frágil. El primero es menudo y flacucho. Genética y prueba de vida se unieron contra ella, por así decirlo, y por eso jamás ha conseguido pasar de los 50 kilos, propiamente dichos. Además, no posee una altura desmesurada, ni siquiera podría decirse que sea lo "habitual" para su edad. Por eso, creemos que pequeño es el mejor término para referirse a su escaso 1' 60 de alto. Aun con eso, y por increíble que parezca, Thea es la propietaria de dos largas y estrechísimas piernas que bien podrían asemejarse con las de una elegante garza. Y por fin, podemos envolverla con una ligerísima capa de piel pálida y casi siempre fría; como si de una pequeña muñeca de porcelana encerrada durante mucho tiempo en un armario se tratase. Como único distintivo, podemos apreciar un estratégicamente colocado lunar tostado en su mejilla derecha.
Descripción psicológica:
Describir a Dorthea Felicia es muy complicado y dificultoso. No es una muchacha fácil de tratar, pero todo se reduce a que la vida no se ha portado especialmente bien con ella. Jamás ha disfrutado de ningún tipo de bien económico como otras muchachas de su edad han podido hacer. La humildad siempre ha vivido junto a ella y su familia, pero no por eso se aferra a lo único que puede tener o conseguir; es bastante despojada en ese aspecto. ¿Por qué iba a necesitar, ella ahora, algo que jamás ha tenido?
Es seria y poco risueña, por eso no es muy común verla sonreír. Existen casos puntuales en los que lo hace, por supuesto, es humana. Pero como hemos dicho, no es una chica a la que le agraden demasiado los chistes. Prefiere no tener que sentirse feliz si no es estrictamente necesario, pues no cree que la felicidad sea tan fácil de conseguir como para ir desaprovechándola por ahí, sin más ni más. Es distante y evita la palabra a no ser, al igual que con la risa, que no le quede otro remedio. Por eso, sacamos en conclusión que el contacto social lo restinje al puro límite. Su expresión tristona no es más que el reflejo de su personalidad, y eso es algo que no trata de esconder. Por supuesto, ella sabe que habrá gente a la que le desagrade. Pero al igual que ella no se mete con los demás, desea que nadie la importune con nada.
Por otra parte, si conseguimos que de algún modo Thea nos ofrezca su amistad y confianza, entonces gozaremos de bienes tales como: cariño; interminable y dulce dónde los haya. Y comprensión; toda será por y para nosotros viniendo de Drothea. Por el momento, sólo hay una persona que es capaz de disfrutar de ésto, y ese es su hermano pequeño Ben. Y del mismo modo, podemos encontrarnos con una Thea más tenaz y dura; si hay algo que no le guste, te lo dirá, y lo hará por las buenas o por las malas. Si se precisa todo su mal carácter, no hay demasiado problema.
Historia:
Es quince de noviembre, y nos encontramos en el año 1992. Llueve muchísimo y comienza a hacer bastante frío también. Me llamo Dorthea Felicia Bronnfjell, y acabo de nacer. Mi madre me sujeta entre sus brazos; son cálidos. Siento su respiración en mi rostro, ligeramente reseco por el repentino cambio de temperatura. No estamos solas. Allí hay, al menos, dos personas más. Una voz fuerte, de hombre, comienza a hablar dulcemente. Se dirige a mi madre, y luego a mí, pero yo aun soy muy joven y no puedo contestarle. La otra presencia se mueve, lo sé porque la luz incide en ella ahora. Sus manos, frías y huesudas pero agradables, me tocan el rostro y me dedican palabras amables también. Pero a ella tampoco puedo contestarle. Me resulta cómodo que me hablen y estén cerca de mí, dándome calor, aunque aun no pueda entender el por qué de todo esto.
Gateo con agilidad. Siento la helada madera crujir bajo mis manos y rodillas, ambas apoyadas en el suelo. Me estoy divirtiendo, y por eso sonrío. Todos están ocupados con sus labores; mamá prepara la comida. Lo sé porque reconozco el olor de su famoso pastel de manzana. Papá trabaja en una habitación allí cerca; creo que trata de arreglar un enchufe, o quizás pone una bombilla. No lo tengo claro. Últimamente se estropean muchas cosas en casa. Mamá siempre dice que no podemos comprar nada más, que no nos llega. Pero yo no comprendo lo que eso significa. Mamá está triste, y papá también, lo sé. Mientras tanto, la abuela cose en la habitación contigua; creo que borda una manta para mi nueva camita. Me encanta la idea de tener una cama más grande. Lo cierto es que la otra ya se me ha quedado pequeña; los pies comenzaban a empujar los barrotes de la cuna.
Empujo la puerta y entro a la habitación donde mi abuela se encuentra. Ella alza la mirada y me observa por encima de las lentes, muy bajas en su nariz. Me hace un gesto con la mano y me sonríe. También me dice que me acerque. Ya puedo entender todo lo que me dicen, pero aun me cuesta un poco contestar. Aun así, creo que pueden entenderme. La abuela me toma en brazos y me muestra la sábana bordada. Tiene varias muescas rosas y separadas entre ellas; siete, concretamente. Sí, también se contar. Yo sonrío, porque se que es para mí, y ella ríe cuando me ve hacerlo. Pero pronto tiene que parar, porque tose con fuerza. No me gusta que lo haga. De todos modos, ella trata de volver a como estaba antes y me pregunta que a ver si me gusta. Yo asiento con la cabeza; puedo decir "sí" perfectamente, pero me parece más fácil así. La abuela ríe de nuevo y me acaricia los tirabuzones rubios; tengo el mismo pelo que mi padre. Y también la nariz de mi madre.
Corro a toda prisa por la calle, sofocada. Hoy hace calor, mucho calor. En el puerto huele muchísimo a pescado; siempre pasa cuando sale el sol durante mucho tiempo. Me duelen los pies y la mochila del colegio me pesa bastante, pero no importa, quiero llegar a casa cuanto antes; la abuela se había despertado tosiendo muy fuerte aquella mañana, y ya no podía esperar s ver como se encontraba.
Tiré la bolsa de los libros y subí las escaleras mientras me quitaba el jersey, innecesario en un día como el de hoy. La coleta se me había desarmado por completo, y la goma me sujetaba el cabello a duras penas; tenía practicamente todo el pelo fuera. Mi madre me dijo algo mientras subía, pero quería ver a la abuela primero. Pronto llegué a su habitación, y ella seguía tosiendo. Esperaba de corazón que hubiese estado bien desde la mañana hasta ahora; quizás hubiese empezado a toser ahora, con mi llegada. ¿La habría despertado? Esperaba que no. Me miró desde la cama y me sonrió débilmente; no me gustó que le temblasen los labios, ni tampoco que sus ojos tuviesen aquel color amarillento. Me asusté. Ella me susurró, "cielo", y después me acarició el despeinado cabello. Pareció hacerle gracia que la coleta estuviese destrozada, porque quiso reír. La tos se lo impidió.
Aquella noche la abuela no bajó a cenar con nosotros. Ni tampoco la siguiente. Ni la siguiente. Ni la semana después. No bajó en casi un mes entero. Y mientras tanto, mamá se estaba poniendo enorme; al parecer iba a tener un hermanito, aunque no parecía hacerle ilusión a nadie. A mí tampoco. La abuela estaba enferma, y sabía que eso no era nada bueno. Además, mis padres no hacían más que decir que no teníamos dinero para nada. Así que, ¿por qué iba hacerme ilusión que alguien más viniese a complicarlo todo?
Acabo de cumplir once años. Mi hermano Ben llora en su cuna y mi madre está discutiendo con mi padre. No es día para celebraciones; hace dos días que la abuela nos dejó. Yo no quiero salir de la habitación, y tampoco pienso ir a hacer callar al crío, no es mi responsabilidad. Solo quiero perfeccionar los labios del dibujo que le hice a la abuela; llevo casi un día entero intentándolo, pero no consigo que me salga bien. Borró compulsivamente y golpeó la bandeja con comida que me ha dejado mamá sobre la mesita de noche, cerca de la cama con la sabana bordada sobre ésta; no he bajado a comer hoy, pero no tengo hambre. No pienso volver a comer hasta que el dibujo quede perfecto.
Hoy cumplo doce años, y mamá dice que tengo que ayudar en casa, que no puedo volver al colegio ya. Mejor, tampoco quiero hacerlo. No obstante, tengo que ponerme a trabajar. Lo haré en casa de la señora Müller, creo, cuidando a Karlha y a Weronika, las gemelas más traviesas de la urbanización. Además, también tendré que limpiar y esas cosas, y es una casa enorme. Y por las noches tendré que quedarme con el llorica de Ben, que tiene terrores nocturnos, o no sé qué. Pero quiero ayudar a mamá y a papá. Me acuerdo de Nana a diario, y sigo tratando de mejorar el retrato cuando tengo tiempo; normalmente por las noches, cuando el pequeñajo duerme.
Ben y yo nos hemos quedado solos; nuestros padres murieron hacer casi dos meses, enfermaron ambos la la vez. El médico nos dijo que estaban cansados, y que ahora confiaban plenamente en mi; dejaban a Ben a mi cargo. Y ahora, lo único que me importa es que él esté bien. Benny cumplirá nueve años el mes que viene, y a mi no me falta mucho para cumplir los dieciocho. Pronto podremos irnos del orfanato, los dos juntos. A veces me pregunto si no sería mejor que pudiéramos quedarnos allí; tenemos comida y cama todos los días, pero si nos vamos... No dejaré que le pase nada.
Es quince de noviembre, acabo de hacer dieciocho. Dicen que no puedo llevarme a Ben, que no tengo con qué mantenerle. Les he explicado que he conseguido trabajo en un hospital psiquiátrico de Finnmark, pero no creen que sea apropiado para él. Le he dejado todo el dinero a él, y lo he matado a besos antes de irme. Después le he prometido que volvería pronto, y él lo ha aceptado con una madurez increíble. Me pregunto si me echará tanto de menos como yo a él. Eso espero. Pienso escribirle todos los días. Él también me ha prometido lo mismo junto con que se portará bien. Sé que así sera.
Familiares:
♀ Thelma Mathilde Bronnfjell { M a d r e } : La relación con su madre siempre fue una relación como otra cualquiera. La quería, por supuesto, y su muerte supuso un duro golpe, pero tiene más recuerdos tristes que alegres de ella; siempre enfermiza y atareada. Prefiere no recordarla demasiado.
♀ Viktor Benjämin Bronnfjell { P a d r e } : Al igual que con su madre, la relación con su padre es algo que recuerda con nostalgia; tan triste y coupado como su padre, prefiere dejarlo estar. Le consuela saber que, al menos, heredeará su cabello, aunque opina que él lo lucía mil veces mejor qu ella.
♀ Benjämin Zakaria Bronnfjell { H e r m a n o } : En un principio, Ben únicamente suponia un estorbo en su vida; llegó en un momento fatál y se comia el poco dinero que les quedaba. Pero la muerte de su familia los unió de sobremanera, y ahora el pequeño de diez años lo es todo para ella. No se encuentran juntos actualmente, pero piensa ir por él en cuanto pueda. Mientras tanto recibe cartas que le escribe el pequeño cada mes.
♀ Felicia Jeanett Bronnfjell, Nana { A b u e l a } : Su abuela es su absoluta honra y admiración desde que tiene conciencia, incluso después de fallecída. La recuerda como una mujer fuerte y luchadora como la que más, a pesar de estar muy enferma al final. La relación entre ambas siempre fue la que con más alegría recordará. A penas tiene malos recuerdos junto a ella. Ninguno, la verdad.
Pertenencias:
♀ Una ajada fotografía donde aparecen sus padres, su hermano y ella. Casi ha perdido el color y está rota por las cuatro puntas del cuadrado que la forma tras haber sido arrancada del album donde se encontraba.
♀ Una fina pulsera de plata con el nombre de su madre.
♀ Varias gomas de pelo que suele portar en las muñecas.
♀ Una maleta con varias vestimentas corrientes; sólo tres o cuatro camisas y dos o tres pantalones cómodos, a parte de algo de ropa interior. Todo lo suficientemente viejo como para considerarlo pasado de moda.
♀ Un libro de cuentos infantiles de su hermano, hecho de cartón, barnizado para que las duras páginas no se rompan y con bordes redondeados.
♀ Una hoja de dina 3 doblada en cuatro partes con el rostro de su abuela garabateado en carboncillo.
E x p e d i e n t e
Motivos por el cual está aquí: Trabaja como Moza (servicio de mantenimiento) en el centro.
Antecedentes:
♀ Se vió obligada a estrangular a un hombre que trató de propasarse con ella hace un par de años; el crimen jamás salió a la luz, bien porque nadie buscaba al hombre o bien porque jamás nadie lo encontró. De cualquier forma, Dorthea no ha hablado de ello con nadie, jamás.
♀ Sufrió una leve depresión tras la precipitada muerte de sus padres, pero la superó hace casi un año.
Extra:
Gustos.
♀ Las noches de luna llena.
♀ Los cielos nubosos.
♀ El olor de la lluvia.
♀ La sopa caliente.
♀ El efuvlio de la madera mojada.
♀ El cabello y ojos de su hermano Ben.
♀ La voz de su abuela.
♀ Los abrazos de su padre.
♀ Los sueños acabados.
♀ Las miradas penetrantes.
♀ El café cargado.
♀ El agua caliente, ardiendo.
♀ La música en un volumen bajo.
Odios.
♀ El calor y/o la luz del sol (le irrita los ojos y la piel)
♀ Los días de verano.
♀ El contacto social durante demasiado tiempo.
♀ Ser forzada a hacer cualquier cosa.
♀ Los olores empalagosos.
♀ Que el agua no posea color.
♀ No poder abrazar a Ben todos los días.
♀ No poder volver a sentir a sus padres cerca de ella.
♀ Que su abuela la dejase tan pronto.
♀ Que la molesten sin que ella haya molestado antes.
♀ La música muy alta.
Estudios.
Jamás ha tenído tiempo de estudiar demasiado, pero cuando lo ha hecho, lo ha hecho de verdad. En la escuela pública siempre sacaba buenas calificaciones; no las mejores, pero si buenas. Una media de notables enmarca su cartilla de primaria. A partir de los doce años tuvo que empezar a ayudar en casa, y ahí se estancó su avance académico. Aun así, ella no descarta la posibilidad de aprender más y más. Le interesan las ciencias realmente, y la psiquiatria siempre le ha llamado lo atención.
Deportes.
Nunca ha sido muy dada en deportes; en el colegio practicaban dos horas a la semana de entrenamiento general, muy general, y no era una prodijio en ello. Pero el baloncesto le gusta, y lo practicaba siempre que podía. Hace ya mucho que no coge un balón por falta de tiempo, pero no le importaría poder volver a echar unas canastas alguna vez.
Habilidades.
La pintura se le da bastante bien, los retratos, preferiblemente. Le hizo uno a su abuela hace ya años, y desde entonces siempre trata de mejorarlo un poco más.
Edad: 18 años.
Actividad: Trabaja en el servicio de mantenimiento del centro.
Procedencia: Ciudad de Haugesund, provincia de Rogaland, Noruega.
Orientación sexual: Heterosexual.
Estado civil: Soltera.
Nivel de adquisitivo: Bajo.
Descripción física: Thea es una chica que, a simple vista, no llama demasiado la atención. No posee nada extraordinario como para poder considerarla una muchacha guapa. Ni siquiera creemos correcto el término "mona" para ella. Aun con eso, sería poco apropiado describirla fea, pues tampoco lo es. En realidad, es una chica difícil de describir, pues aunque carezca de todos esos divinos canons de belleza típica, posee ese "no sé qué, qué se yo" que cautiva a muchos.
Detallando por completo cada una de sus características físicas y comenzando desde arriba; Dorthea luce un cabello rubio pajizo, largo, y muy lacio. No acostumbra a cuidárselo demasiado, pues no dispone del tiempo necesario para ello. Es por eso que siempre puede vérsela con él recogido en un improvisado moño "roto", trenza deshecha y/o coleta baja. Además, goza de un inesperado y natural efluvio afrutado del que, si consigues acercarte lo suficiente, podrás disfrutar. Continuando con su rostro y formando un perfil general, podríamos describir sus facciones como profundas; sus siempre ojerosos ojos verdes rodeados por finas y escasas pestañas separadas, engloban su mirada y la hacen poseedora de una fuerza lo suficientemente grande como para "decir" o "insinuar" por si sola. Para bien o para mal, Thea puede hacerte sonreír, entristecer o incluso callar con solo mirarte. A continuación, su respingada nariz, ligeramente ancha y alzada en la punta, concede a la muchacha un aire infantil que ni por asomo desea aparentar. Sus labios, para finalizar con su rostro, son gruesos y siempre quedan ligeramente entreabiertos mientras muestran parte de su dentadura.
Su cuerpo y piel van intensamente ligados por un único adjetivo: frágil. El primero es menudo y flacucho. Genética y prueba de vida se unieron contra ella, por así decirlo, y por eso jamás ha conseguido pasar de los 50 kilos, propiamente dichos. Además, no posee una altura desmesurada, ni siquiera podría decirse que sea lo "habitual" para su edad. Por eso, creemos que pequeño es el mejor término para referirse a su escaso 1' 60 de alto. Aun con eso, y por increíble que parezca, Thea es la propietaria de dos largas y estrechísimas piernas que bien podrían asemejarse con las de una elegante garza. Y por fin, podemos envolverla con una ligerísima capa de piel pálida y casi siempre fría; como si de una pequeña muñeca de porcelana encerrada durante mucho tiempo en un armario se tratase. Como único distintivo, podemos apreciar un estratégicamente colocado lunar tostado en su mejilla derecha.
Descripción psicológica:
Describir a Dorthea Felicia es muy complicado y dificultoso. No es una muchacha fácil de tratar, pero todo se reduce a que la vida no se ha portado especialmente bien con ella. Jamás ha disfrutado de ningún tipo de bien económico como otras muchachas de su edad han podido hacer. La humildad siempre ha vivido junto a ella y su familia, pero no por eso se aferra a lo único que puede tener o conseguir; es bastante despojada en ese aspecto. ¿Por qué iba a necesitar, ella ahora, algo que jamás ha tenido?
Es seria y poco risueña, por eso no es muy común verla sonreír. Existen casos puntuales en los que lo hace, por supuesto, es humana. Pero como hemos dicho, no es una chica a la que le agraden demasiado los chistes. Prefiere no tener que sentirse feliz si no es estrictamente necesario, pues no cree que la felicidad sea tan fácil de conseguir como para ir desaprovechándola por ahí, sin más ni más. Es distante y evita la palabra a no ser, al igual que con la risa, que no le quede otro remedio. Por eso, sacamos en conclusión que el contacto social lo restinje al puro límite. Su expresión tristona no es más que el reflejo de su personalidad, y eso es algo que no trata de esconder. Por supuesto, ella sabe que habrá gente a la que le desagrade. Pero al igual que ella no se mete con los demás, desea que nadie la importune con nada.
Por otra parte, si conseguimos que de algún modo Thea nos ofrezca su amistad y confianza, entonces gozaremos de bienes tales como: cariño; interminable y dulce dónde los haya. Y comprensión; toda será por y para nosotros viniendo de Drothea. Por el momento, sólo hay una persona que es capaz de disfrutar de ésto, y ese es su hermano pequeño Ben. Y del mismo modo, podemos encontrarnos con una Thea más tenaz y dura; si hay algo que no le guste, te lo dirá, y lo hará por las buenas o por las malas. Si se precisa todo su mal carácter, no hay demasiado problema.
Historia:
Es quince de noviembre, y nos encontramos en el año 1992. Llueve muchísimo y comienza a hacer bastante frío también. Me llamo Dorthea Felicia Bronnfjell, y acabo de nacer. Mi madre me sujeta entre sus brazos; son cálidos. Siento su respiración en mi rostro, ligeramente reseco por el repentino cambio de temperatura. No estamos solas. Allí hay, al menos, dos personas más. Una voz fuerte, de hombre, comienza a hablar dulcemente. Se dirige a mi madre, y luego a mí, pero yo aun soy muy joven y no puedo contestarle. La otra presencia se mueve, lo sé porque la luz incide en ella ahora. Sus manos, frías y huesudas pero agradables, me tocan el rostro y me dedican palabras amables también. Pero a ella tampoco puedo contestarle. Me resulta cómodo que me hablen y estén cerca de mí, dándome calor, aunque aun no pueda entender el por qué de todo esto.
Gateo con agilidad. Siento la helada madera crujir bajo mis manos y rodillas, ambas apoyadas en el suelo. Me estoy divirtiendo, y por eso sonrío. Todos están ocupados con sus labores; mamá prepara la comida. Lo sé porque reconozco el olor de su famoso pastel de manzana. Papá trabaja en una habitación allí cerca; creo que trata de arreglar un enchufe, o quizás pone una bombilla. No lo tengo claro. Últimamente se estropean muchas cosas en casa. Mamá siempre dice que no podemos comprar nada más, que no nos llega. Pero yo no comprendo lo que eso significa. Mamá está triste, y papá también, lo sé. Mientras tanto, la abuela cose en la habitación contigua; creo que borda una manta para mi nueva camita. Me encanta la idea de tener una cama más grande. Lo cierto es que la otra ya se me ha quedado pequeña; los pies comenzaban a empujar los barrotes de la cuna.
Empujo la puerta y entro a la habitación donde mi abuela se encuentra. Ella alza la mirada y me observa por encima de las lentes, muy bajas en su nariz. Me hace un gesto con la mano y me sonríe. También me dice que me acerque. Ya puedo entender todo lo que me dicen, pero aun me cuesta un poco contestar. Aun así, creo que pueden entenderme. La abuela me toma en brazos y me muestra la sábana bordada. Tiene varias muescas rosas y separadas entre ellas; siete, concretamente. Sí, también se contar. Yo sonrío, porque se que es para mí, y ella ríe cuando me ve hacerlo. Pero pronto tiene que parar, porque tose con fuerza. No me gusta que lo haga. De todos modos, ella trata de volver a como estaba antes y me pregunta que a ver si me gusta. Yo asiento con la cabeza; puedo decir "sí" perfectamente, pero me parece más fácil así. La abuela ríe de nuevo y me acaricia los tirabuzones rubios; tengo el mismo pelo que mi padre. Y también la nariz de mi madre.
Corro a toda prisa por la calle, sofocada. Hoy hace calor, mucho calor. En el puerto huele muchísimo a pescado; siempre pasa cuando sale el sol durante mucho tiempo. Me duelen los pies y la mochila del colegio me pesa bastante, pero no importa, quiero llegar a casa cuanto antes; la abuela se había despertado tosiendo muy fuerte aquella mañana, y ya no podía esperar s ver como se encontraba.
Tiré la bolsa de los libros y subí las escaleras mientras me quitaba el jersey, innecesario en un día como el de hoy. La coleta se me había desarmado por completo, y la goma me sujetaba el cabello a duras penas; tenía practicamente todo el pelo fuera. Mi madre me dijo algo mientras subía, pero quería ver a la abuela primero. Pronto llegué a su habitación, y ella seguía tosiendo. Esperaba de corazón que hubiese estado bien desde la mañana hasta ahora; quizás hubiese empezado a toser ahora, con mi llegada. ¿La habría despertado? Esperaba que no. Me miró desde la cama y me sonrió débilmente; no me gustó que le temblasen los labios, ni tampoco que sus ojos tuviesen aquel color amarillento. Me asusté. Ella me susurró, "cielo", y después me acarició el despeinado cabello. Pareció hacerle gracia que la coleta estuviese destrozada, porque quiso reír. La tos se lo impidió.
Aquella noche la abuela no bajó a cenar con nosotros. Ni tampoco la siguiente. Ni la siguiente. Ni la semana después. No bajó en casi un mes entero. Y mientras tanto, mamá se estaba poniendo enorme; al parecer iba a tener un hermanito, aunque no parecía hacerle ilusión a nadie. A mí tampoco. La abuela estaba enferma, y sabía que eso no era nada bueno. Además, mis padres no hacían más que decir que no teníamos dinero para nada. Así que, ¿por qué iba hacerme ilusión que alguien más viniese a complicarlo todo?
Acabo de cumplir once años. Mi hermano Ben llora en su cuna y mi madre está discutiendo con mi padre. No es día para celebraciones; hace dos días que la abuela nos dejó. Yo no quiero salir de la habitación, y tampoco pienso ir a hacer callar al crío, no es mi responsabilidad. Solo quiero perfeccionar los labios del dibujo que le hice a la abuela; llevo casi un día entero intentándolo, pero no consigo que me salga bien. Borró compulsivamente y golpeó la bandeja con comida que me ha dejado mamá sobre la mesita de noche, cerca de la cama con la sabana bordada sobre ésta; no he bajado a comer hoy, pero no tengo hambre. No pienso volver a comer hasta que el dibujo quede perfecto.
Hoy cumplo doce años, y mamá dice que tengo que ayudar en casa, que no puedo volver al colegio ya. Mejor, tampoco quiero hacerlo. No obstante, tengo que ponerme a trabajar. Lo haré en casa de la señora Müller, creo, cuidando a Karlha y a Weronika, las gemelas más traviesas de la urbanización. Además, también tendré que limpiar y esas cosas, y es una casa enorme. Y por las noches tendré que quedarme con el llorica de Ben, que tiene terrores nocturnos, o no sé qué. Pero quiero ayudar a mamá y a papá. Me acuerdo de Nana a diario, y sigo tratando de mejorar el retrato cuando tengo tiempo; normalmente por las noches, cuando el pequeñajo duerme.
Ben y yo nos hemos quedado solos; nuestros padres murieron hacer casi dos meses, enfermaron ambos la la vez. El médico nos dijo que estaban cansados, y que ahora confiaban plenamente en mi; dejaban a Ben a mi cargo. Y ahora, lo único que me importa es que él esté bien. Benny cumplirá nueve años el mes que viene, y a mi no me falta mucho para cumplir los dieciocho. Pronto podremos irnos del orfanato, los dos juntos. A veces me pregunto si no sería mejor que pudiéramos quedarnos allí; tenemos comida y cama todos los días, pero si nos vamos... No dejaré que le pase nada.
Es quince de noviembre, acabo de hacer dieciocho. Dicen que no puedo llevarme a Ben, que no tengo con qué mantenerle. Les he explicado que he conseguido trabajo en un hospital psiquiátrico de Finnmark, pero no creen que sea apropiado para él. Le he dejado todo el dinero a él, y lo he matado a besos antes de irme. Después le he prometido que volvería pronto, y él lo ha aceptado con una madurez increíble. Me pregunto si me echará tanto de menos como yo a él. Eso espero. Pienso escribirle todos los días. Él también me ha prometido lo mismo junto con que se portará bien. Sé que así sera.
Familiares:
♀ Thelma Mathilde Bronnfjell { M a d r e } : La relación con su madre siempre fue una relación como otra cualquiera. La quería, por supuesto, y su muerte supuso un duro golpe, pero tiene más recuerdos tristes que alegres de ella; siempre enfermiza y atareada. Prefiere no recordarla demasiado.
♀ Viktor Benjämin Bronnfjell { P a d r e } : Al igual que con su madre, la relación con su padre es algo que recuerda con nostalgia; tan triste y coupado como su padre, prefiere dejarlo estar. Le consuela saber que, al menos, heredeará su cabello, aunque opina que él lo lucía mil veces mejor qu ella.
♀ Benjämin Zakaria Bronnfjell { H e r m a n o } : En un principio, Ben únicamente suponia un estorbo en su vida; llegó en un momento fatál y se comia el poco dinero que les quedaba. Pero la muerte de su familia los unió de sobremanera, y ahora el pequeño de diez años lo es todo para ella. No se encuentran juntos actualmente, pero piensa ir por él en cuanto pueda. Mientras tanto recibe cartas que le escribe el pequeño cada mes.
♀ Felicia Jeanett Bronnfjell, Nana { A b u e l a } : Su abuela es su absoluta honra y admiración desde que tiene conciencia, incluso después de fallecída. La recuerda como una mujer fuerte y luchadora como la que más, a pesar de estar muy enferma al final. La relación entre ambas siempre fue la que con más alegría recordará. A penas tiene malos recuerdos junto a ella. Ninguno, la verdad.
Pertenencias:
♀ Una ajada fotografía donde aparecen sus padres, su hermano y ella. Casi ha perdido el color y está rota por las cuatro puntas del cuadrado que la forma tras haber sido arrancada del album donde se encontraba.
♀ Una fina pulsera de plata con el nombre de su madre.
♀ Varias gomas de pelo que suele portar en las muñecas.
♀ Una maleta con varias vestimentas corrientes; sólo tres o cuatro camisas y dos o tres pantalones cómodos, a parte de algo de ropa interior. Todo lo suficientemente viejo como para considerarlo pasado de moda.
♀ Un libro de cuentos infantiles de su hermano, hecho de cartón, barnizado para que las duras páginas no se rompan y con bordes redondeados.
♀ Una hoja de dina 3 doblada en cuatro partes con el rostro de su abuela garabateado en carboncillo.
E x p e d i e n t e
Motivos por el cual está aquí: Trabaja como Moza (servicio de mantenimiento) en el centro.
Antecedentes:
♀ Se vió obligada a estrangular a un hombre que trató de propasarse con ella hace un par de años; el crimen jamás salió a la luz, bien porque nadie buscaba al hombre o bien porque jamás nadie lo encontró. De cualquier forma, Dorthea no ha hablado de ello con nadie, jamás.
♀ Sufrió una leve depresión tras la precipitada muerte de sus padres, pero la superó hace casi un año.
Extra:
Gustos.
♀ Las noches de luna llena.
♀ Los cielos nubosos.
♀ El olor de la lluvia.
♀ La sopa caliente.
♀ El efuvlio de la madera mojada.
♀ El cabello y ojos de su hermano Ben.
♀ La voz de su abuela.
♀ Los abrazos de su padre.
♀ Los sueños acabados.
♀ Las miradas penetrantes.
♀ El café cargado.
♀ El agua caliente, ardiendo.
♀ La música en un volumen bajo.
Odios.
♀ El calor y/o la luz del sol (le irrita los ojos y la piel)
♀ Los días de verano.
♀ El contacto social durante demasiado tiempo.
♀ Ser forzada a hacer cualquier cosa.
♀ Los olores empalagosos.
♀ Que el agua no posea color.
♀ No poder abrazar a Ben todos los días.
♀ No poder volver a sentir a sus padres cerca de ella.
♀ Que su abuela la dejase tan pronto.
♀ Que la molesten sin que ella haya molestado antes.
♀ La música muy alta.
Estudios.
Jamás ha tenído tiempo de estudiar demasiado, pero cuando lo ha hecho, lo ha hecho de verdad. En la escuela pública siempre sacaba buenas calificaciones; no las mejores, pero si buenas. Una media de notables enmarca su cartilla de primaria. A partir de los doce años tuvo que empezar a ayudar en casa, y ahí se estancó su avance académico. Aun así, ella no descarta la posibilidad de aprender más y más. Le interesan las ciencias realmente, y la psiquiatria siempre le ha llamado lo atención.
Deportes.
Nunca ha sido muy dada en deportes; en el colegio practicaban dos horas a la semana de entrenamiento general, muy general, y no era una prodijio en ello. Pero el baloncesto le gusta, y lo practicaba siempre que podía. Hace ya mucho que no coge un balón por falta de tiempo, pero no le importaría poder volver a echar unas canastas alguna vez.
Habilidades.
La pintura se le da bastante bien, los retratos, preferiblemente. Le hizo uno a su abuela hace ya años, y desde entonces siempre trata de mejorarlo un poco más.
Dorthea F. Bronnfjell- Mensajes : 26
Localización : Lejos de todo.
Empleo /Ocio : Moza.
Humor : No demasiado bueno.
Re: Dorthea F. Bronnfjell
Ficha Aceptada. Bienvenida Dorthea. =D
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