[T] When Darkness Fall {Viorica Comăneci}

Algunas veces, no podía dormir. Escuchaba voces que lo llamaban con constancia entre sus pesadillas. Algunas veces, él pedía las drogas para descansar, en aquello sueños, rodeado de el aroma a flores y con mariposas de colores; en ese mundo de sueños delicados, dónde se encontraba -ella- el aroma a rosas y el sol brillante. Tal vez, en el fondo, lo único que deseaba era permanecer dormido.

Suspirando, escuchó una voz que lo llamaba, como una especie de voz infantil. Una canción... una risa. Abrió sus ojos asustado, el medicamento que le habían aplicado horas antes, al parecer no no estaba haciendo el efecto que él deseaba. Molesto, dio unas cuantas vueltas en su cama, tenía aún una habitación para si solo, así que sus ojos se dirigieron por unos segundos a la figura oscura sobre la cama vacía a su lado.

Cerró los ojos somnoliento, "¿Quién es?", preguntó inconscientemente, entonces al cerrar los ojos un grito golpeó sus sentidos, y el constante movimiento de algo en el ático no le dejo dormir. Paso horas dando vueltas, hasta que no sabía exactamente la hora, pero podía ver el sol salir en el horizonte. Decidió, que ahora que parecía que estaba amaneciendo, podía investigar que estaba sucediendo.

No era difícil imaginar porque se comportaba así, diagnosticado como un asesino y un psicópata, Sebastian aún guardaba en su interior la curiosidad natural de un futuro detective de criminología. Tenía curiosidad, curiosidad por aquellos sonidos en el ático.

También el movimiento constante de los guardias y las puertas ocasionaban que su imaginación viajará demasiado, incluso con la gran cantidad de drogas que tenía su sistema, el ruido constante de las alarmas y las puertas de seguridad que se abrían una tras otras confundía sus ya bien conocidas alucinaciones.

Con ojos cansados, lentamente se levantó de la cama y tomo la ropa que guardaba en un pequeño cajón, miró la cama vacía a su lado y se preguntó por unos segundos, si había imaginado lo que había visto pocas horas atrás.

Pero desechó el pensamiento y salió de la habitación. Los pasillos estaban silenciosos, eso era extraño considerando la constante actividad del día o de la noche; no había nadie despierto aún -al menos eso pensaba-, incluso para él, estar solo en un lugar así, le causaba ciertos escalofríos. Enarcando una ceja camino, como si no tuviera importancia, un leve golpeteo en una esquina lejana o un movimiento en otra, llamo su atención para que estuviera cauteloso, y sin importarle mucho, siguió el sonido de una canción -a lo lejos, como un eco-, o lo que en su mente imaginaría, parecía ser la voz de una niña.

Estrechando la mirada, se encontró a si mismo subiendo a un sitio que desconocía, entonces al abrir una puerta vieja, chocó contra algo. Asustado su prima reacción fue sujetar al otro 'objeto' del cuello y encararlo agresivamente.

-"¿Quién eres?" -murmuró, enojado. No estaba del todo seguro de que realmente estuviera despierto.

Tormenta, tormenta, tormenta. Se habían escuchado rumores, tormenta de nieve. No se podía quitar esa idea de la cabeza. ¿Por qué? Si eran bonitas, no había que tenerlas miedo, ¿no? No podía dormir, quería ver aquella tormenta. Los enfermeros, a veces, revisaban habitaciones. Resultaba demasiado molesto. Había que decir que Viorica no se había tomado las pastillas y andaba particularmente revuelta. Se levantó de la cama con una sonrisa. Llevaba camisón blanco algo trasparente y cedido cubría su pequeño cuerpo. Tenía frío, pero no quería taparse, eso iba en contra de sus leyes. Se aproximó a la puerta, no quería quedarse allí, encerrada. Se dirigió lentamente a algún sitio, sin rumbo alguno. Al andar, se dio cuenta que el camisón que tenía puesto dejaba a la vista cierta parte de su cuerpo, ya que el escote era demasiado bajo. Orgullosa de que su camisón fuera así, sin darse cuenta llegó al ático.

Cerró la puerta una vez dentro y se quedó allí, parada. No sabía que hacer. Estaba algo vacío, no había casi nada por lo cual no se podría hacer nada interesante. Miró lentamente aquella estancia, todo resultaba demasiado extraño, vacío, como si nadie le gustara pasar por allí. Hacía frío, más que en la planta donde estaba antes. Se había olvidado los zapatos. Se quedó mirando varios minutos sus pies, jugó con sus dedos y después echo una carcajada. Negó con la cabeza, y entonces alguien abrió la puerta. Acto-reflejo. Vio se dio la vuelta rápidamente, entonces aquella persona chocó contra ella. Tras aquel brusco choque, le agarró del cuello y acercó su cara rápidamente. Sus palabras fueron sencillas, una simple pregunta, demasiado sencilla como para que Vio le diese la respuesta idónea.

—Tu peor pesadilla —murmuró mirándole fijamente a los ojos. Estaban lo suficiente cerca, así que se atrevió a pasar la punta de su lengua levemente por una de sus mejillas. No le hacía daño, aquello que él la había echo le pareció bastante excitante. Aunque ¿qué no le parecía excitante a Vio?— ¿Tienes miedo, cariño? Yo te lo quito.

Enarcó una ceja, cuando le lamió la mejilla, y su voz en respuesta fue seductora. Suavemente soltó su cuello y la dejo ir lentamente a la persona que sujetaba del cuello.

Aclarando su visión, lejos de la necesidad animal de herir y lastimar. Sebastian se fijo que la chica a su lado, no estaba nada mal, pero tampoco le agradaba como se fijaba en él. Tenía la sensación de reconocer ese tipo de mirada con anterioridad.

Sonrió con egocentrismo, para después caminar delante de la chica, ignorando completamente como se encontraba vestida. No era que no le agradaba, simplemente no le dio importancia, así que paso de ella, sintiendo su cálida respiración un instante a sus espaldas, ¿tal vez... no era la chica?.

Regreso la mirada y se fijo en ella para luego responder sin ninguna clase de emoción lo que ella había insinuado momentos atrás.

-"Mi peor pesadilla..." -murmuró lentamente mientras se cruzaba de brazos -"Creo que tienes un concepto poco claro de lo que significa 'peor pesadilla'..."- su peor pesadilla la había vivido, con la muerte de Sarah, y aún continuaba en ella.

-"De todos modos... ¿Qué haces aquí... tú...?" -trato de entrecortar sus palabras esperando a que le respondiera su nombre, sus ojos oscuros parecían analizarla, no obstante sus sentidos estaban atentos al sitio en particular.

A la sensación de frío y calor que provenía de ningún sitio.

Vio fijó aun mas la mirada en él cuando le dijo esas palabras y frunció levemente el ceño. Dio unos pasos de puntillas, ya que el suelo estaba frío. Empezó a dar vueltas alrededor de el, como si fuese una niña pequeña con cuerpo de mujer. Con cada paso daba pequeños saltos, así se le movía levemente el pelo de un lado para otro. Después de aquel extraño espectáculo se paró delante de él y echó una carcajada. Le miró fijamente y se dispuso a contestarle. Estaba claro que no iba a dar su nombre así como así.

—Créelo, no —murmuró. Se tiró al suelo cayendo de rodillas y se sentó. Después le miró tranquilamente, se aburría, quería jugar con él— No me gusta mi habitación, me siento extraña allí ¿tu no? Y que sepas que me llamo... Mira, no te lo voy a decir. Gánatelo.

Se quedó sentada allí. Sus muslos estaban pegados al suelo, frío. Solo había frío. Frunciendo el ceño se puso lentamente de cuclillas, una cosa es que soportara y le gustara el frío, otra que siempre quisiera tenerlo.

—Joder —murmuró marcando la jota—. Hace más frío y estamos en el Polo Norte.

Le miró atentamente. Pensó en el motivo de su estancia allí. Por la forma que le habría tratado sería un chico bastante agresivo. Sus ojos azules paseaban por su cuerpo, le analizaban todo, su ropa, su gesto. Poco podía ver estando allí pero se quedó pensando en él, sus motivos y su comportamiento. Bajó la mirada lentamente y frotó sus espinillas. Tenía la piel de gallina, sentía los escalofríos que le ofrecía su cuerpo. Le encantaba aquella sensación, sin duda le chiflaba estar así.