La realidad es diferente (Francis)

De vez en cuando se me daba por dar un paseo por los jardines. El lugar era grande así que costaba llegar a conocerlo todo.
El día tenía cielo despejado y clima agadable. No hacia tanto frío como de costumbre, así que decidí emprender una caminata para terminar de conocer el establecimiento.
Me detenía a observar todo: las plantas, los insectos, el cielo.
De repente, vi un edificio. Parecía ser una capilla.
No soy creyente pero me gusta disfrutar de la arquitectura, asi que le di una vuelta observandola y luego decidí entrar. -Tal vez haya algo de agua bendita que me cure -pensé irónicamente y reí.
Observe bien y dentro habia una muchacha de ropas blancas y cabello negro parada frente al altar. Observaba un jarrón con flores.
Traté de hacer el menor ruido posible para no molestar, pero torpecé con uno de los bancos haciendo un estruendo que delató mi presencia.
Emití un improperio casi inaudible por el dolor de mi pierna.

Siempre pienso que la soledad es relativa y que avanza si nosotros la tocamos. El ruido se esparce como un eco en aquella estancia haciendo vibrar las paredes y las voces de los ángeles, todos los ojos se posan donde se encuentra el sendero al altar, en aquella alfombra roja que está entre los bancos y termina hasta el altar. Mi dios se queda en un abismo absoluto, y se revuelca con el diablo cuando está de fiesta, ese dios que se lleva todos los días el espíritu de mi pedazo de alma. Me adelanto un poco hasta donde está Beta un muñeco pelirrojo que tiene pintado unos bigotes de Dalí, justo donde un hombre aparece de aquella nebulosa nevada tropezándose con el banco.
-Puede curar sus heridas mientras puedan sanar sus manos –mi voz suena melodiosa y aterciopelada mientras agarro de la mano a Beta que está sentado solitariamente en ese banco de madera.